Una medida con dos caras

Bárbara Vega FIRMA INVITADA

OPINIÓN

M.MORALEJO

07 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cómo repercutirá (o repercute ya) en nuestra economía el incremento del salario mínimo interprofesional (SMI) a 900 euros? Con la estadística en la mano, los datos re?ejan que después de una dura crisis, España sigue siendo una economía eminentemente terciarizada: nuestro sector servicios representa casi tres cuartas partes del PIB nacional y ocupa a más del 76 % de la masa laboral. Esto tiene una clara in?uencia en la composición del mercado de trabajo, que se viene caracterizando, entre otras cosas, por tener una elevada temporalidad, una tasa de paro estructural de las más elevadas de la OCDE y un desempleo juvenil de cotas inaceptables para cualquier economía desarrollada. Nos encontramos ante la mayor subida del SMI a la que hemos asistido nunca, un incremento del 22 %, que contrasta con los aumentos más graduales de las anteriores. Es innegable que existe una relación entre las subidas de salarios y desempleo, pero debemos entenderlo como una ecuación donde se conjugan una heterogénea masa de variables, y donde juega un factor determinante tanto el ciclo económico como el nivel de cohesión social y mejora en el Estado de bienestar alcanzado después del incremento del SMI.

Según datos del Banco de España, dicho incremento afectará a más de medio millón de a?liados, en su mayoría trabajadores que tienen entre 16-25 años. Siendo sobre todo empleos de carácter parcial, en los cuales la presencia femenina es superior a la masculina y donde la temporalidad es norma. Así que nos encontramos ante un escenario donde aquellos trabajadores con mayor tasa de desempleo y precariedad (jóvenes y mujeres) verán incrementados sus ingresos.

Sin embargo, ya se observa la subida del SMI como una oportunidad, por tener un impacto positivo en los puestos de trabajo mejor cualificados. La diferencia marginal entre los costes de un trabajador cualificado y otro que no lo sea ya está animando a las empresas a invertir en capital humano, puesto que nunca se habían acortado tanto las distancias salariales entre dichas categorías profesionales.

Todo lo anterior debería ser siempre una buena noticia: a mayor nivel salarial, mayor incremento del gasto y una mejora económica. Pero, como todo, tiene su doble cara: la de los perjuicios para las empresas. Así, una subida del SMI, como cualquier otro aumento salarial -por ejemplo, la actualización de un convenio-, repercute directamente en los costes y, concretamente, en el incremento de las cotizaciones sociales. Son las pymes y autónomos los que acusan más directamente y en mayor medida estos cambios económicos, puesto que su margen de maniobra es inferior al de la gran empresa, por cuanto la mayoría carece de un plan de contingencia que le haga resistente a los cambios económicos que le afectan directamente. Ese es su reto. Un dato más: pymes y autónomos han de hacer sus cálculos porque el aumento del SMI es probable que repercuta en todas las categorías profesionales a la hora de negociar los convenios.