Goya también era socialista

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

José Manuel Vidal

04 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Es probable que no lo recuerde todo el mundo. Algunos, sí. Aquellas galas de los Goya tenían sabor de verdad, como el buen aceite, y sobre su lomo flotaban los dardos más envenenados. Gobernaba el PP. Ya no es lo mismo. Con Sánchez en la Moncloa todo parece más llevadero y solo queda el recurso fácil de lo ya vivido: somos recuerdos. Eran otros tiempos. Cuando gobernaba el PP no había día en que no vapuleasen a los católicos, por ejemplo, en alguno de los programas estrella de las ‘televisiones de trinchera’. Desde primera hora de la mañana pintaban la realidad en rojo vivo, o sea, en alarma. Para ellos España era el peor país del mundo, gobernado por unos políticos que, sin excepción alguna, eran corruptos hasta los tuétanos. Entonces, la gala de los premios Goya, semejaba una retahíla de protestas descarnadas contra el Gobierno. Las galas, antes y ahora, eran presentadas por cómicos acreditados en la doctrina de la izquierda. Quizá piensen que todos aquellos que aman el cine son socialistas y similares. El resto no podremos amar ningún tipo de arte. Para pertenecer a la tribu cultural de este país es preciso diplomarse en vacuo progresismo, transigir con la asonada y el golpe de estado independentista, simpatizar con las dictaduras de los Castro o Maduro, odiar a Israel (hasta hubo uno que pidió expulsarlos de Eurovisión), al clero, a los clericales y, al tiempo que escurren impuestos (de Maxim Huerta a Pepu Hernández), reclamar que la Iglesia no reciba ni un euro de las arcas públicas (el cine, sí). Pero se equivocan. Entre los que aman el cine también los hay conservadores. Por eso protesto. Porque estoy harto de la superioridad moral de la izquierda y de los Goya. Nunca veréis que increpan a los musulmanes, con todas sus virtudes: trato a la mujer, libertad de expresión, homofobia. De Venezuela, ni se acordaron. Y cuando gobiernan los suyos suelen ser, como en esta ocasión, livianos y confortables. Quizá Goya también era socialista.

Los adversarios somos carne de cañón. Todos pasamos por ser hijos de Franco, por no decir otra cosa. Nos dibujan un mundo de buenos y malos. Los buenos son de izquierdas y ateos, o agnósticos a los sumo, y el resto objeto de burla. Los que montan el teatrillo anual de los Goya deben saber que los conservadores no somos peores, ni mejores, que el resto de los que aman el cine. Preferimos a Clint Eastwood, tan genial y tan de derechas, antes que a Almodóvar. Amamos a Orson Welles, ese que decía sobre la caza de brujas: «Lo malo de las izquierdas americanas es que traicionaron y delataron a sus amigos para salvar sus piscinas». Somos seres humanos plenos de defectos y alguna virtud. Ponemos la otra mejilla. Pensamos que el amor es más llevadero que el odio. Y, créanme, somos tan dignos como el resto. Por eso les rogaría que dejen de pintarnos con mojiganga y desprecio. No lo merecemos.