Por qué Guaidó no es un golpista

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

03 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Si cupiera, el título de este artículo debía ser Por qué Guaidó no es un golpista y Puigdemont y los suyos sí lo son. Una aclaración indispensable a la vista de la ignominiosa decisión de los eurodiputados de Podemos, BNG, IU, AGE y ERC, quienes, lejos de apoyar el jueves el reconocimiento de Guaidó por la gran mayoría de la Eurocámara como «legítimo presidente interino» de Venezuela, lo calificaron de golpista. Una indecencia de quienes, ¡ellos sí!, o han organizado un golpe de estado (ERC), o, como Podemos, IU y el BNG, lo han aclamado entusiasmados. ¡El mundo al revés!

Puigdemont y sus secuaces son unos golpistas porque sólo así cabe calificar a quienes, para lograr un objetivo ilegítimo e ilegal según reiteradas resoluciones de la ONU (1514 y 1541 de 1960 o 2625 de 1970), violaron la Constitución y las leyes de un Estado democrático. De hecho, lo que convierte a los rebeldes en golpistas, más allá de la radical ilegalidad de sus objetivos y sus medios (aprobación de leyes inconstitucionales, reiterada desobediencia a las sentencias judiciales y presunta comisión de actos delictivos) es la naturaleza del Estado contra el que dirigieron sus acciones: uno de los de mayor calidad democrática del mundo, reconocido así por la comunidad internacional y medios u organizaciones del prestigio de The Economist, Freedom House o el Institute For Economics and Peace.

La situación en Venezuela es la opuesta justamente. Primero porque Guaidó se ha proclamado presidente provisional representando al único órgano democrático hoy existente en su país -la Asamblea Nacional-, del que fueron barridos en elecciones de verdad los candidatos del chavismo. Maduro es, por el contrario, un usurpador que, reelegido en 2018 en unos comicios que fueron una farsa, arrasó la división de poderes al convertir al Tribunal Supremo en su cautivo y al convocar una fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente destinada a anular al poder legislativo democrático: el que ha legitimado la proclamación de Juan Guaidó. Por eso en Venezuela Maduro es hoy, con el apoyo de un ejército mafioso, el único golpista y Guaidó, cuya proclamación ha sido reconocida o lo será mañana, ¡con vergonzoso retraso!, por gran parte de las grandes democracias del planeta, es, en la mejor tradición de la lucha contra la tiranía, un libertador.

Todas esas evidencias las desprecian los diputados de Podemos, IU, ERC o el BNG, que ya han archiprobado que para ellos la diferencia entre democracia y dictadura no reside en que se respeten la división de poderes, los derechos y libertades y los principios democráticos de elecciones libres y representación, sino en el signo político del régimen. Por eso, con el mismo cinismo con que apoyan las satrapías cubana o venezolana, critican nuestra democracia o la norteamericana. Una infamia que quienes gobiernan con ellos en la izquierda democrática fingen ignorar.