Guaidó, Trump, Sánchez y el baño de sangre

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

26 ene 2019 . Actualizado a las 10:25 h.

Reconocer a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela es un sugestivo gesto moral de los países que ya lo han hecho, pero algo más difícil para España. Ruego a los lectores que inscriban a este cronista en el grupo de los escépticos ante este tipo de medidas. Estoy convencido de que Guaidó es un demócrata, pero no lo estoy tanto de que haya escogido la vía más eficaz para echar a Maduro del poder. También estoy convencido de que hace falta mucha presión internacional para terminar con todas las tiranías, pero en España el régimen de Franco fue condenado y bloqueado por prácticamente todo el mundo, empezando por la propia ONU, y Franco superó el bloqueo convocando a las masas con aquel célebre dicho de «si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos». Y continuó la represión. Y Franco duró 40 años y se murió en la cama. Conviene tener presentes esas lecciones de la historia.

Juan Guaidó es un valiente. En el futuro se le reconocerá como héroe, porque arriesgó su vida por la libertad del pueblo venezolano. Pero está por demostrar que sea un estadista que se carga un régimen dictatorial y conduce a su país por una senda democrática sin derramamiento de sangre. No sabemos con qué razonamientos hará cambiar de criterio a la cúpula de las Fuerzas Armadas, que hoy por hoy están con Maduro. También ignoramos el papel de Estados Unidos, si es instigador del golpe civil o un mero espectador entusiasta; cuál es el alcance de las palabras de Donald Trump al anunciar que «todas las posibilidades están sobre la mesa» y su orden de evacuar al personal no imprescindible de su embajada en Venezuela. Y, sobre todo, pesa sobre la situación el aviso de Putin de que puede haber «un baño de sangre». Palabras muy alarmantes para un escenario de odios y donde el petróleo es un agente del máximo interés.

Por ello me parece inteligente la iniciativa de Pedro Sánchez y de Josep Borrell que tratan de que sea asumida por la Unión Europea: reclamar una convocatoria de elecciones con todas las garantías y la supervisión internacional antes de reconocer a Guaidó, que no sé si estará arrestado cuando se publique este comentario. Muchos, como Aznar, desearíamos que fuese la Asamblea Nacional quien las convocara, pero se puede aceptar que sea Maduro con supervisión exterior. Del mal, sería el menos. Unas elecciones libres son el instrumento democrático por excelencia. Representan la indiscutible voluntad popular. Y son la única forma de contabilizar a los partidarios y contrarios a Maduro. Pero, ay, para conseguir que se convoquen no basta que Pedro Sánchez y Bruselas se lo propongan. Lamento contribuir al pesimismo, pero ahí también se tropieza con la autoridad. Militar, por supuesto.