Apuntes de Nochevieja

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

15 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho cambió el panorama de la Nochevieja, quizás porque el resto del año está saturado de fiestones de igual o mayor calibre.

El Fin de Año ha dejado de ser un rito de paso para los adolescentes porque muchos ya pasaron el Rubicón del alcohol, el sexo y la madrugada tiempo antes; estos ritos antaño apuraban los diez y ocho, hoy la iniciación comienza a los doce o trece años en botellones de vodka y luna.

La verdad es que salvo que supongan la primera suelta, el primer calentón o la primera moña, el resto de los fines de año suelen ser un tostón. Ya no por tener que pasárselo bien porque sí, sino por tener que celebrar un año más que, llegado un tiempo, para muchos es un año menos.

Tampoco es amable la gastronomía en esas fechas, por un lado ya estás hasta el bonete de tanta comilona y por otro, en los cotillones hoteleros se experimentan menús que alumbran hallazgos demoledores como el cóctel de gambas y los platos minimalistas sobrados de flores de fame negra.

Aguantar el tirón a pelo hasta el alba para tomar el chocolate con churros es otro mito falsario del fin de año -como el de las ostras con champán para desayunar o hacer el amor en la bañera- a partir de los cuarenta los churros no se llevan bien con el champán y las copas baratas.

A las uvas asesinas también habría que darles una vuelta y cambiarlas por algo menos arriesgado.

Y lo peor llegado otros tramos vitales, es tener que ponerse un gorrito moruno, que te soplen un matasuegras en el oído, te alcance un francotirador de serpentinas en toda la jeta o te arranquen de la silla para bailar la conga del Jalisco.

No salgo.