El pesimismo que viene

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

07 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece extenderse un pesimismo inquietante sobre nuestro futuro político. Es como si las piernas del gigante democrático nacido con la Constitución de 1978 se tambaleasen, debilitadas y tal vez necesitadas de alguna regeneración reconstituyente.

El escritor Arturo Pérez Reverte ha repartido leña al respecto al asegurar que, en España, «la vileza, la infamia y la irresponsabilidad que abocaron a la Guerra Civil siguen estando ahí». Es decir, aquí. Y muchos empezamos a temer que tenga razón, entre otras cosas porque sabe de qué habla y ha visto -siendo corresponsal de guerra- cómo se fraguan desgracias y se inventan problemas que luego tienen difícil solución.

No se trata de ponerse trágico -y él no lo hace-, pero sí de tomar conciencia de la situación y de no jugar con fuego. Ya basta de pensamientos-tuits agresivos e insultantes, y lo que es peor, muy desorientados. «Me enfada la estupidez, la bobada, el inculto que se atreve a sentar cátedra a partir de su ignorancia», decía el escritor hace poco en una entrevista televisada. Porque el padre del capitán Alatriste y de otros tipos de gran talla literaria, conoce bien la historia de España y sus descalabros sistémicos.

Estas líneas mías no pretenden en ningún caso generar alarma o caer en la exageración de los males. Podemos seguir repitiendo que somos una democracia consolidada, porque lo somos. Pero no debemos seguir creyendo que ningún exceso pueda astillar la nave que nos lleva. Basta con echar un vistazo al panorama nacional (español, quiero decir) para detectar los serios problemas que tenemos, la pelea política que se está librando y las dificultades para encauzar algunas aguas ya desbordadas.

¿Nos faltan las personas adecuadas? Quizá sí. Pero con las que tenemos ha de bastarnos, porque solo se trata de no envenenarse en la confrontación política ni pretender la erradicación del contrario.

Una democracia sana es como una carrera de relevos, algo en lo que ya tenemos experiencias felices. Pero el pesimismo y la desconfianza están echando raíces y no nos van a ayudar. Por eso debería recuperarse con urgencia el respeto entre todas las fuerzas. Porque, a día de hoy, suyas son las respuestas.

No debemos seguir creyendo que ningún exceso pueda astillar la nave que nos lleva. Basta con echar un vistazo al panorama nacional para detectar los serios problemas que tenemos y las dificultades para encauzar algunas aguas ya desbordadas.