El beso de Karen Blixen

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

30 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Navidad de 1914 fue también la primera de las cuatro de la Gran Guerra, un enfrentamiento que se extendió por el mundo como la pólvora y fue especialmente virulento en el Cuerno de África. Para Karen Blixen, que había llegado a Kenia hacía solo unos meses, la noche de aquel fin de año significó el primer morreo con Denys Finch-Hatton, si nos fiamos de lo que nos cuenta Sydney Pollack en su película Memorias de África. A Karen los ingleses le hacían el vacío durante la contienda porque su origen danés levantaba dudas sobre el bando de sus simpatías. Tuvo que ser su hermano Tommy, con su comportamiento heroico en las terribles trincheras del frente francés de Somme (lo más parecido al infierno), por el que recibió la Cruz Victoria, quien pusiera las cosas en su sitio. Pero a mí lo que más me interesa es aquel beso de fin de año, el de Robert Redford y Meryl Streep, que dio lugar a una de las grandes historias de amor de la literatura y el cine. Cuando en España comienza a temblar el suelo por ese tsunami, ese terremoto, esa apisonadora llamada fin de año, que se acerca inexorable, cargada de histérico frenesí, de alegría desbordada como la de armisticio de la guerra mundial, uno se pregunta por qué no habrá un modo más cómodo y placentero de pasar el fin de año, menos estresante, donde la gran preocupación no sea acabar las uvas sin morir atragantado, cuando dejar alguna en el plato se paga con un año de mala suerte. Y me da envidia el beso de Denys y Karen. Feliz año nuevo.