Unos ganadores que pierden en el final de la guerra

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

29 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya ha comenzado. El anuncio de la retirada de las tropas norteamericanas de Siria obliga a recomponer el mapa del conflicto, y eso es lo que está sucediendo. Ayer se conocía que las tropas gubernamentales sirias han entrado en Manbij, una ciudad clave en el noroeste del país. Los kurdos, armados y entrenados por los norteamericanos, le habían quitado esta posición estratégica hace dos años al Estado Islámico, pero ahora que van a perder a sus protectores en Washington, han decidido invitar al Ejército de Al Asad para que tome la ciudad. Esto seguirá sucediendo en los demás lugares que controlan los kurdos en el norte de Siria, a lo largo de las próximas semanas y meses. De este modo, los kurdos renuncian a su proyecto de un Kurdistán independiente, pero evitan un destino aún peor: una invasión del Ejército turco, que quiere impedir a toda costa ese estado kurdo en su frontera.

Es triste, pero era inevitable desde el principio. La única razón por la que los kurdos pudieron crear su estado soberano de facto en Siria es porque Al Asad retiró sus tropas de esa parte del país para emplearlas en otros lugares donde las necesitaba desesperadamente. Los kurdos han luchado con un coraje extraordinario, enfrentándose, y derrotando, al Estado Islámico. Los norteamericanos vieron en ellos una oportunidad para intervenir directamente en la guerra siria, apoyando a los kurdos logísticamente y con unidades de élite. Pero el final de esta historia estaba escrito. Una vez que la guerra empezó a inclinarse del lado del Gobierno sirio, era solo cuestión de tiempo que los norteamericanos abandonasen el terreno.

La política internacional es cruel por naturaleza, una jungla, y los estadounidenses han hecho incluso algo peor que retirarse: le han dado luz verde a los turcos para que invadan este Kurdistán sirio, porque Turquía es su aliado y de ese modo seguirían teniendo una cierta capacidad de influir en el futuro de Siria. Los kurdos lo han visto venir y han elegido ponerse en manos de Damasco con la esperanza de que al menos se les compense con algún tipo de autonomía en el futuro.

¿Invadirá Turquía, de todos modos? Ahora es más improbable. Una delegación kurda y otra turca se encuentran estos días en Moscú, y está previsto que el propio presidente Erdogan vaya hoy mismo. No es difícil adivinar para qué. Los rusos, patrones de Al Asad, mediarán precisamente para garantizarles a los turcos que no habrá una autonomía kurda en Siria. Ankara podría conformarse con eso.

No tendrá más remedio, en realidad, porque no solo ha cambiado la dirección del viento en el campo de batalla, también en el simbólico mundo de la diplomacia. El jueves, los Emiratos reabrieron su embajada en Damasco, Baréin pronto hará lo mismo, y Kuwait en enero. Es un reconocimiento, por parte de quienes han financiado a los rebeldes sirios, de que la guerra está a punto de acabar y que la han perdido. Ellos han perdido porque han perdido. El caso de los kurdos es, en cambio, una cruel ironía: han perdido a pesar de haber ganado.