Feijoo, corta la autopista

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

21 dic 2018 . Actualizado a las 16:13 h.

Tres políticos que no están entendiendo la ola de indignación y el sentimiento de humillación que recorre millones de hogares españoles desde noviembre del año pasado.

El número 1 del ránking es Pablo Iglesias. La izquierda madrileña, que en la intimidad admite la misma simpatía por el independentismo catalán que los más ultras de VOX, no acaba de salir del armario porque no quieren ir con la derechona montaraz del barrio de Salamanca ni a apañar duros, y por tanto hablar del proces les da pereza. En el análisis postelectoral de Andalucía hay varios errores de bulto. Por ejemplo, el falso axioma de que el PP y Ciudadanos están legitimados para pactar con VOX porque Pedro Sánchez gobierna con ETA y los separatistas catalanes.Blanquear como progresismo el vergonzante movimiento indepe, y no admitir que Torra, Puigdemont, los CDR y los exhuelguistas de hambre son la peor calaña de la ultraderecha nacionalista europea es un engaño. Supremacistas y excluyentes, corruptos hasta decir basta, retrógrados y machistas como los que más, y desde hace un año, lobos heridos arrinconados por sus propias manadas con nada que perder.

Esa ola de indignación, jamás lo entenderá el politólogo de Galapagar, es transversal a cualquier ideología. Como dice Errejón, que quizás fue más a clase, en Andalucía no se despertaron de la noche a la mañana 400.000 fascistas. Y el oprobio que sintieron millones de españoles en noviembre del año pasado, y que siguen sintiendo cada vez que ven a Puigdemont chulear a un país entero desde Waterloo o a Rufián campar a sus anchas por la sede de la soberanía nacional, es indiferente a la ideología que cada uno comparte con su almohada. La visita de Pablo Iglesias a los mártires catalanes es el último clavo de su tumba política. La gente está harta de sentirse insultada y harta de que cuatro mequetrefes con los apellidos más añejos de la burguesía catalana estén monopolizando la política española desde hace años. Empezando por los trabajadores de Alcoa a los que Iglesias visitó el otro día, que deben estar preocupadísimos por el derecho a decidir catalán.

A Pedro Sánchez le tocó la presidencia del Gobierno en una rifa. Y se va a atornillar al sillón de La Moncloa todo lo que pueda, con la esperanza de sacar adelante al precio que sea un presupuesto social que se empiece a notar pronto en el bolsillo de la gente que peor lo está pasando. Pero Pedro quiere ponerle una vela al dios y otra al diablo, quiere gobernar a la vez con Meritxell y con Borrell (que a estas horas debe tener la garganta atascada con ruedas de molino a cual más grande). Y no entiende que ese precio a pagar, la foto de los lacitos amarillos y las sonrisitas, le va a hacer un daño al PSOE del que tardará años en recuperarse. A Pedro Sánchez ya no lo salva ni un 155 salvaje que mande al paro a la corrupta red mediática que se está haciendo millonaria con el cuento del procés, empezando por las productoras privadas que viven de la propaganda del odio de TV3.

En la olvidada esquina noroeste también se echa en falta un poco menos de cálculo político y algún golpe más en la mesa. Habíamos quedado en que Feijoo deshojó la margarita y dejó de planificar su mudanza a Madrid. Pues bien, o no es así, y sigue pensando en un futuro más halagüeño en el que pueda pescar en esa poza revuelta en la que fozan Casado, Rivera, Abascal y Aznar, o estamos ante un inexplicable caso de dejación de funciones.

El capital político de Alberto Núñez Feijoo está construido sobre dos bases: la moderación ideológica y una labrada imagen de gestor eficaz, poco aficionado a que la excel se le llene de números rojos. Pero esos valores, más necesarios que nunca en los tiempos políticos actuales, no deben colisionar con la tarea fundamental por la que le pagamos el sueldo: la defensa de Galicia y los intereses de sus ciudadanos, que cada vez más tenemos la sensación de que somos una comunidad histórica de tercera división. Que cada vez que nos hablan del techo de gasto y del cumplimiento del déficit, se nos queda la cara del niño aplicado el día que el profesor anuncia el aprobado general.

Y que viendo el éxito de la campaña de los CDR, nos apetece decirle: Alberto, corta la autopista, que nosotros te ayudamos. Córtala a más tardar mañana por la mañana, que además aquí no va a ser para tanto, porque se ha convertido en un producto de lujo y cada semana hay más gente que va por Ordes y Pontecesures. Corta la autopista, Alberto, y no te preocupes ni siquiera por la concesionaria, que va a recaudar lo mismo porque no va a levantar las barreras.