Carta abierta al presidente Sánchez

Jaime Gómez Márquez TRIBUNA

OPINIÓN

21 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Como ciudadano de a pie, sin afiliación política, quiero expresarle mi indignación por su errática y oportunista forma de hacer política. No obstante, como universitario no puedo obviar el tema de su tesis doctoral. Usted es doctor cum laude en Economía con una investigación mediocre, según la opinión de expertos en la materia. Pero lo más grave no es eso, sino las informaciones periodísticas que demuestran la existencia de plagio. Usted debería despejar cualquier duda al respecto porque la exigencia de honradez académica debe ser máxima e igual para todos y porque plagiar es un delito.

Imagino que un presidente de Gobierno debería estar trabajando día y noche para buscar soluciones reales a los múltiples problemas que tiene este país. Pero en vez de eso, tengo la impresión de que usted vive ensimismado, centrado en crearse una aureola presidencial made in USA, viajando con una frecuencia inusitada, quizá para evadirse de la compleja realidad hispana, culpando de todos los males a la perversa derecha y demostrándonos que su voluntad de diálogo es, en realidad, falsa. Su gobierno, que causó una fugaz y grata impresión, ha estado y está salpicado por los escándalos y, aunque algunos de sus ministros sean personas de buena voluntad con una acreditada trayectoria política y/o profesional, su paso por este gobierno les está produciendo un considerable desgaste y merma en su prestigio.

Es chocante su performance presidencial porque está llena de fatuidad, derroche y horteradas mediáticas. Creo que usted tiene una nula capacidad de autocrítica y muestra un notable escapismo de los medios de comunicación. Sus contradicciones son múltiples y muchos ciudadanos nos preguntamos: ¿cómo podemos confiar en un presidente que es capaz de defender una cosa y la contraria dependiendo de sus intereses personales? Parece usted un marxista, pero no de los de Karl (que son otros), sino de los del genial Groucho, quien dijo: «Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros».

Sus ocurrencias son numerosas y variopintas. Es capaz de transformase en Súper-Sánchez para obligar a la banca a pagar el impuesto de las hipotecas, una medida efectista porque es fácil intuir que de un modo u otro los bancos repercutirán ese gasto en el ciudadano; o decir que va a mejorar la educación permitiendo que un estudiante pueda obtener el título de bachillerato con una asignatura suspensa (¿por qué no dos o tres?). Incluso está dispuesto a gobernar con los presupuestos del PP prorrogados (vaya incoherencia) y a base de reales decretos (menudo disparate), o ha propuesto la organización conjunta del Campeonato Mundial de Fútbol con Portugal y Marruecos sin haberlo consensuado previamente con los gobiernos de esos países.

Cuenta con los apoyos parlamentarios que le brindan su socio preferente, el podemita Pablo Iglesias -astuto y autoritario líder de la izquierda radical, encantador de desencantados y sectario incongruente- y sus otros aliados de conveniencia, a los que intenta complacer ad nauseam para seguir en palacio disfrutando de los placeres presidenciales. Aunque con su demagogia barata y sus bandazos el PSOE vaya directo al precipicio electoral (véase Andalucía), usted se sentirá fuerte para seguir en el poder mientras la progresía de izquierdas (aquella que defiende a los pobres viviendo como ricos), los medios de comunicación afines y destacados dirigentes de su partido sigan tragando y aplaudiendo sus incoherencias e improvisaciones.

Señor Sánchez, cuando usted democráticamente recuperó la secretaría general del PSOE consiguió que su figura saliese reforzada y que se le respetase por su lucha para liderar un nuevo PSOE. Pero una vez que usted se vio en palacio, probablemente deslumbrado por el momento y la gloria presidencial, dio marcha atrás de su promesa de convocar elecciones y se marcó como único objetivo mantenerse en la Moncloa, aunque para ello tuviese que perder su dignidad política y su credibilidad personal. Creo que lo mejor y más democrático que podría hacer es convocar elecciones ya; si triunfa habrá que felicitarle y desearle los mayores éxitos. Puedo estar equivocado pero es lo que pienso.