Un Consejo de Ministros humillante

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

RICARDO RUBIO

14 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En esta España esperpéntica en la que vivimos, ya todo parece posible. Por ejemplo, que en un mismo discurso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tache de «irresponsable» al presidente catalán, Joaquim Torra, por plantear una vía a la independencia que implicaría una guerra civil y decenas de muertos y le amenace con enviarle a la Policía Nacional y la Guardia Civil, y que a continuación le proponga un diálogo para aprobar los Presupuestos de un Estado al que Torra dice no pertenecer. De entrada, si Sánchez pretende negociar, lo primero que tendría que preguntar es quién manda aquí. Porque en Cataluña las órdenes ya no las da desde luego el huido Puigdemont y mucho menos su títere Torra.

El secesionismo es una muñeca rusa en la que, a medida que sus componentes se hacen más pequeños, son más violentos y adquieren más poder. Hasta hace poco, la cosa se dividía entre la vía mística al independentismo de Fray Junqueras -la que engatusó a Soraya-, la xenófoba y alucinada de Puigdemont, y la anarcoide de la CUP, que a lo más que llegaba era a lanzar zapatillas. Pero luego surgieron los cachorros de Arrán, que practicaban impunemente la kale borroka. Y después los CDR, convertidos ya en guerrilla urbana que paraliza Cataluña cuando le peta y decide quién se manifiesta y quién no. Pero los CDR, que tienen incluso cuenta oficial en Twitter y todo, son ya unos blandengues. Los que mandan ahora en Cataluña son los GAAR, rama ultraviolenta que diseña directamente ataques a las fuerzas del orden o a infraestructuras críticas y anuncia públicamente, sin que nadie haga nada, que convertirá Barcelona en un infierno el 21 de diciembre y sembrará el terror para impedir que se celebre allí un Consejo de Ministros.

Así están las cosas en la Cataluña que Sánchez prometía normalizar y que ahora mismo es un territorio sin ley, sin gobierno y sin autoridad competente sobre las fuerzas del orden. Para entender cómo hemos llegado hasta aquí hay que saber que nadie en el Ejecutivo actuó cuando Torra, máximo representante del Estado español en Cataluña, animó públicamente a los CDR, que como hemos dicho son un eufemismo para referirse a quienes practican el sabotaje y la violencia, a «apretar». Es decir, a redoblar su acoso a todo aquel que discrepe de su plan totalitario de imponer la independencia, aunque sea por las botas, ya que no pueden conseguirlo por los votos. Y cuando la turba obedece, toma la calle e impone su ley, lo que Torra ordena es que se depure a los Mossos que traten de contener a los vándalos.

En ese ambiente de empoderamiento de los más violentos, y después de que la Generalitat asegure que pondrá el mismo empeño en garantizar la seguridad del Ejecutivo que en facilitar las protestas, celebrar un Consejo de Ministros en un edificio de Barcelona que estará prácticamente bunkerizado por cientos de policías nacionales solo servirá para ofrecer al mundo la imagen de un Gobierno acorralado y humillado en Cataluña. Eso sí, muy dialogante.