Sánchez fue el platillo que «retiñe»

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

13 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La intervención de Sánchez ante el Congreso, pensada para mantener una lamentable equidistancia entre Torra y Casado, fue muy hábil, pero poco inteligente. Fue hábil porque el negro que la redactó sabía escribir; porque acertó en el tono sereno y solemne de su lectura; porque, al mezclar el brexit y la secesión catalana, consiguió elevarse a un púlpito europeísta que rebajó la acritud de una situación endiablada; y porque, mezclando a conveniencia las churras con las merinas, dio la impresión de que los discursos de Casado y Rivera eran catastrofistas y electoralistas. Pero fue poco inteligente porque no tuvo en cuenta que la eficacia del discurso depende de quien y en qué circunstancias lo pronuncia, y que un presidente del Gobierno no puede ser el magnetofón inerte que difunde un mensaje elaborado por un gabinete de campaña o una asesoría de comunicación.

Comprendo que Sánchez, que es laico, no quiera contaminarse con lecturas sagradas. Pero esta vez le hubiese ayudado mucho la lectura de la Primera Carta de Pablo a los Corintios (13, 1), donde dice: «Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe». 

Porque no puede decir lo que dijo, sin convertirse en castañuela, quien tiene un pacto con los independentistas que atenaza su Gobierno. Ni quien, a través del PSC, lleva años chalaneando con el separatismo. Ni quien dirige el partido que renunció a ejercer la vigilancia constitucional en la redacción del Estatuto que sirvió de fulminante para el procés. Ni quien impuso los límites estratégicos que frustraron la primera aplicación del 155. Ni quien habla de indultos y excarcelaciones mientras el Supremo instruye el sumario del 1-O. Ni quien se niega a ver que el problema de Cataluña no está en las algaradas callejeras, sino en la sublevación de los órganos territoriales del Estado contra el Estado mismo.

La metedura de pata más grave, sin embargo, hay que situarla en lo que a primera vista parece más genial y brillante, que es la puesta en paralelo del brexit y el procés. Una colosal estupidez que no tiene en cuenta que mientras el brexit solo es un error ?¡costoso error, pero error!?, que se cometió respetando las leyes y los procedimientos, y en el marco de los consensos y pactos que crearon y estructuraron el Reino Unido, el procés es una sublevación de las autoridades del Estado hecha en contra de la Constitución, al margen de la ley y los procedimientos, y sin respetar los hechos históricos y los consensos que ?partiendo de la unión pactada de los reinos de Castilla y Aragón? generaron la unidad del Estado español.

El brexit es un enorme y desgraciado error, perfectamente legal y democrático. Y el procés es una sucia traición, perpetrada desde la ilegalidad, contraria a la democracia, y resuelta en la insolidaria reinvención de una historia tan grotesca como falsa.

Y esas dos cosas, presidente, no se pueden comparar.