Galicia del silencio

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

08 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las noches son largas y la soledad habita la Galicia del silencio. El país despoblado, centenares de aldeas desoladas donde antes hubo vida. La emigración y el éxodo hacia el litoral del país, la huida a las ciudades de la costa, y otra vez la emigración económica por razones laborales y el desplazamiento de nuestros jóvenes -«toda a terra é país»- a la Europa de acogida, han vaciado multitud de aldeas y lugares, de parroquias y de burgos de la Galicia interior, que están en trance de desaparición, en una geografía de cantarines y sonoros nombres que anuncian su extinción.

La Galicia oculta esconde tesoros de la cultura campesina, antiguos núcleos de población, encrucijadas de caminos que no llevan a ningún lugar, cruceiros que ya no escuchan súplica alguna, escuelas cerradas que fueron levantadas por la morriña solidaria de indianos emigrados a Cuba o a la Argentina, y sobre todo un inmenso catálogo de silencios donde todavía habita el eco de los murmullos que un día fueron risas o canciones de despedida, o las cartas escritas en el viento de un hijo que relata a sus padres la fe de vida de todas las lejanías.

Y el viejo mapa de la resistencia, de los burgos y las parroquias que se niegan a morir, a ser fagocitadas por el olvido y los olvidos, cuentan todavía una historia callada, una historia muda por descubrir desde la imaginación perdida de quienes nacieron y vivieron el ellas.

Puedes oír el galope de un caballo que cruza la niebla, recordar a quienes yacen para siempre en el pequeño camposanto junto al atrio familiar de la vieja iglesia en donde ya no tañen las campanas, ni suena la música el día del patrón. Puedes indagar en la memoria de las aldeas que se han quedado huérfanas de vida, y leer en los mensajes que trae el aire de la mañana las viejas crónicas de lo que han sido, de lo que hemos sido como pueblo. Y el río sigue discurriendo perezoso valle abajo, y la sombra del carballo petrucio, del árbol totémico y fundacional sigue dando amparo a quien solía cobijarse bajo sus ramas, y hoy solo da sombra a las sombras. En invierno baja el lobo a la aldea donde ya no hay corrales ni ganado en las cuadras, y en el alféizar de una ventana desvencijada una planta antigua nos regala, a nadie, una flor cada primavera, mientras la brisa juega a perseguirse haciendo remolinos junto a la fuente seca.

Galicia de todas las soledades donde las noches son largas y se han convertido en una tierra de silencios deshabitados. Galicia rota y quebrada mapa civil de un tierra desolada, mi país de todos los silencios.