Cuídate del superdomingo electoral de mayo

César Rodríguez Pérez
César Rodríguez JUEGO DE TRONOS

OPINIÓN

MANUEL BRUQUE | EFE

08 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Suenan tambores de guerra al norte de Despeñaperros. Entonan, con acento castizo, una vieja canción italiana. No tiene título ni letra, pero solo con escucharla a los partidos tradicionales se les ponen las siglas de punta y les crujen las estructuras. Les recuerda que hubo un tiempo en el que reinaban el bipartidismo imperfecto y un turnismo más o menos armónico; les susurra (a gritos) que esos tiempos no volverán. Y les recuerda, sin ninguna consideración, que hay un nuevo actor, altanero y ruidoso, que ha irrumpido con mucha fuerza y amenaza con complicar aún más el reparto de poder en España, la formación de mayorías y la elección de papeletas en las próximas elecciones.

Ni Pedro Sánchez sabe cuando votaremos en unas elecciones generales. A pesar de lo que muchos pronosticaron en caliente tras el aldabonazo de Vox y la amarga victoria socialista en Andalucía, esa cita con las urnas no parece hoy estar más cerca ni más lejos. Esa prerrogativa le corresponde exclusivamente al presidente del Gobierno, máster en virajes y doctor en resistencia extrema.

Visto lo visto en Andalucía y amortizadas las sorprendentes previsiones del CIS de una hegemonía socialista, a Sánchez sus asesores le habrán dicho algo parecido a la a alerta que un augur romano lanzó a Julio César antes de su asesinato. Del mítico «¡cuídate de los idus de marzo!» pasamos al actual «¡cuídate del superdomingo electoral de mayo!».

Gallegos, catalanes, vascos y andaluces votaremos el 26M para elegir alcaldes y eurodiputados. Y habrá mensajes cruzados. El resto de españoles tendrán que elegir tres papeletas y discernir entre la niebla de guerra que siempre envuelve a una triple campaña. Aumentada hasta el infinito y más allá en esta ocasión por una descomunal sopa de siglas. Imaginen las posibles escenas: la papeleta indignada de Vox acaba en las tres urnas, el voto en clave local salpica al autonómico, los mensajes de los eurófobos acaban decidiendo quién gobierna la corporación local... Si a este complicado panorama le suman unas elecciones generales, ni diez mil analistas trabajando en red podrían desentrañar después los resultados.

Ahora el superdomingo no le interesa a Sánchez. Tampoco a Casado, que pide elecciones cada día y se ve presidente en «doce meses». ¿Y a Ciudadanos y a Podemos? La reacción de los morados emplazando a los independentistas a aprobar los Presupuestos lo dice todo. Y los naranjas están concentrados en dos asuntos capitales: la partida de ajedrez que juegan para formar un pacto en Andalucía y la búsqueda de candidatos para las municipales. Ya se verá en el futuro quién manda.

Vox, que de momento ha escapado a la maldición de las encuestas que acompañó varias veces a los de Rivera, se regodea tras el terremoto. Resulta imposible desligar su ascenso andaluz de lo que ocurre fuera. En su ideario ultra resuenan con fuerza ecos de los de Trump, Le Pen y Salvini. Pero con eso no se logran 12 diputados. Hay algo más. Mucho más. Por un lado está la indignación y el descontento de mucha gente que no ve un futuro y que ya no tiene esperanzas de vivir mejor. Por el otro, los miedos de los perdedores culturales de la globalización. No solo perciben que peligra la economía doméstica, sino también ciertas tradiciones muy enraizadas. A mayores, en el escenario andaluz había un factor propio, más que decisivo. Resulta muy difícil ilusionar tras casi cuarenta años ininterrumpidos de Gobierno del PSOE en la Junta.