Que la Federación Rusa, heredera de la URSS, a su vez sucesora del Imperio Ruso, tiene vocación de potencia mundial es evidente. Que las sucesivas reelecciones de Vladimir Putin como primer ministro y presidente, se basan en una cuidada estrategia populista y su imagen de líder fuerte que dirige la recuperación del «peso internacional» de su país también es manifiesto. Como también lo es que gran parte de los rusos añoran la «grandeza» de la época soviética por lo que Putin se ha esforzado en mantener la mayor influencia posible en todas las exrepúblicas con medidas económicas y apoyo político a líderes afines.
Pero, como se demostró con las protestas de la plaza de Maidan que ocasionaron el derrocamiento del presidente pro-ruso Yanucovich en febrero de 2014. Los ucranianos, muy resentidos con las décadas de ocupación soviética y el maltrato histórico, no comparten su deseo y prefieren acercarse a la Unión Europea. Y Putin se lo ha hecho pagar caro. Primero, apoyó el levantamiento y la declaración de independencia de la península de Crimea, después llevó a cabo un bloqueo de facto sobre los barcos ucranianos que debían bordear su costa y cruzar el estrecho de Kerch para acceder a los puertos en el Mar de Azov.
A continuación y para garantizar, aún más, el control de este estrecho construyó sobre él, un puente que une la península de Crimea y territorio ruso cerrando más el acceso. Esto ha provocado diversos incidentes entre ambos países, pero ninguno tan grave como el apresamiento de un remolcador ucraniano y las dos lanchas militares que lo acompañaban.
Un incidente que no parece que vaya a ir a más porque a ninguno de los dos países les interesa la guerra y porque aunque Ucrania cuenta con el apoyo «diplomático» internacional es inferior militarmente.
Poroshenko, el presidente ucraniano, con baja popularidad y a cuatro meses de las elecciones, ha intentado dar un golpe de efecto solicitando la declaración de la ley marcial. Una pataleta que no soluciona el problema de fondo y que, probablemente, no irá a más pero le permite mantener la cara frente a los suyos.