Rufián, el moderno Prometeo

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

26 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La frontera se cruza cuando se deja de hablar de las ideas y se habla de las personas. Cuando lo que usted dice se queda en usted es. La palabra, el entendimiento, hace al hombre gregario, colaborador, y eso le posibilita cazar mamuts o labrar la tierra. Rufián ha encontrado un filón en un paraje de cínicos y vividores, de cazadores de votos. Son los niños de Lahore que se empujan unos a otros para ver quién se sube al Zam-Zammah, el cañón de bronce que representa el poder (el que se sube al Zam-Zammah es el rey del mundo, dice Kimball O’Hara, Kim de la India).

Rufián es el ladrón callejero de Barcelona que descubre que puede robar a los turistas impunemente. El que nunca da nada, el que tira huevos y quema cajeros (¡porque los bancos nos roban!), y no esconde la mano. En realidad, de aquellos polvos vienen estos lodos, del espectáculo televisado, cuando los parlamentarios (palabra que viene de parlamento, de conversación) no se hablan entre ellos sino para usted y para mí. Y para los espectadores de Sálvame.

Y Rufián es en realidad el monstruo que han creado todos estos años de políticos frívolos y superficiales, partidistas, zafios e irresponsables.

Tal vez habría que cerrarles el campo como hacen en el fútbol, interrumpir las retransmisiones durante un tiempo, dejar que sean los diarios de sesiones los que nos cuenten lo que dicen, sin ademanes coquetos ni aspavientos teatrales. Porque nuestros diputados nos están trayendo la bronca a casa, y encima nos la cobran a precio de oro.