Mujeres: violencias y violencias

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

FERNANDO VILLAR | EFE

25 nov 2018 . Actualizado a las 09:56 h.

Hoy se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Inaugurado en 1960, en homenaje a las dominicanas Hermanas Mirabal (Minerva, Patria y María Teresa) asesinadas el 25 de noviembre de ese año por oponerse a la terrible dictadura de Trujillo (aquel Chivo sobre cuyo atentado mortal escribió Vargas Llosa una novela inolvidable), el día fue asumido por la ONU, cuatro décadas después, para llamar la atención sobre un problema de gravedad extraordinaria: el de la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todos los lugares del planeta.

Es tanto el alcance de la jornada, que su cabal celebración exige necesariamente recordar con claridad que, pese a que no hay país que se libre de esa horrible lacra, sigue habiendo en él mujeres y mujeres, violencias y violencias. Y aunque todas son igualmente inaceptables, no presentan, desde luego, la misma extensión e intensidad.

Hay partes del mundo (los países occidentales en general y, sobre todo, los que viven bajo democracias asentadas) en los que la violencia contra las mujeres se ha convertido en una patología limitada, aunque no por ello, obviamente, menos preocupante o despreciable: los asesinatos machistas que se suceden, con una cadencia pavorosa, semana tras semana; las violaciones; los malos tratos en la pareja o la familia, con los que incluso una parte de la sociedad educada en el valor de la igualdad entre hombres y mujeres castiga a estás últimas por el mero hecho de serlo; o el acoso laboral, que se traduce tantas veces en descarnado abuso sexual.

En el resto del planeta (los países en desarrollo y sobre todo el denominado Tercer Mundo) la violencia contra las mujeres es sencillamente un fenómeno social estructural, pues define el ambiente cotidiano: como la pobreza, la desigualdad social brutal que envilece a las personas, la criminalidad organizada o las emigraciones, convertidas en tantos lugares en auténticas huidas. La trata de mujeres -que también se ha extendido a Occidente bajo la cobertura social de la prostitución-, la explotación laboral extrema, las violaciones consentidas socialmente y apenas castigadas por el aparato represivo del Estado, forman parte en esas latitudes de un paisaje aterrador donde la situación política, económica, social y cultural de las mujeres se acerca más a las sociedades medievales que a las del siglo XXI.

Por eso, al celebrar hoy el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, me ha parecido necesario destacar un contraste geográfico que nos obliga no solo a luchar contra las violencias que conocemos, porque nos vemos obligados a convivir con ellas a diario, sino también contra aquellas que por su inhumana barbarie nos cuesta imaginar. El combate contra ambas es uno de los principales desafíos que hoy existen en persecución de la verdadera libertad y la auténtica igualdad.