Bien: imaginemos un mundo sin bancos

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Ricardo Rubio - Europa Press

11 nov 2018 . Actualizado a las 08:42 h.

Pocos esperaban en España que la extravagante actuación de la sala tercera del Supremo iba a acabar en un esperpento similar. Pero así fue. Sánchez, que tiene un armario lleno de disfraces, se enfundó el de peronista y, haciendo uso del más tosco populismo, se lanzó sobre el saco de los votos dejando claro su mensaje: los bancos, que son los malos, tienen que pagar.

Su Real Decreto-Ley, de dudosa constitucionalidad, dispone lo que no rige en parte alguna: en Países Bajos, Alemania o Reino Unido no existe el impuesto hipotecario y en Austria, Italia, Francia o Portugal lo paga el prestatario. Hasta tal punto es así que la UE advirtió al Gobierno que la nueva regulación crearía problemas. Pero eso a Sánchez le da igual porque su objetivo es recoger apoyo electoral en un campo ya sembrado: el de la demagogia anti-bancaria. Pocos se han parado a pensar, sin embargo, a dónde nos llevaría esa demagogia mendaz e irresponsable: no a una arcadia feliz sino a un desastre de formidables proporciones. ¿Se imaginan un mundo sin bancos? Hagámoslo: en un mundo sin bancos y por tanto sin crédito (salvo que volviésemos a los prestamistas usureros) solo los ricos podrían montar un negocio o salir de apuros momentáneos. Muy pocos podrían comprarse una vivienda y solo algunos adquirir un automóvil. Cada uno tendría que gestionar sus recibos, desaparecería el pago a crédito y, con él, el comercio electrónico. Habría que guardar de nuevo los ahorros debajo del colchón, para viajar habría que llevarse la pasta en el morral y cobraríamos nuestros sueldos en sobres de papel. Y eso por hablar solo de los efectos micro, pues en el ámbito macro la economía mundial sencillamente se colapsaría.

¿Quiere eso decir que los bancos son como oenegés? ¡No se me alborote la jauría internauta-insultadora! Ni de lejos: sé, como cualquiera, que los bancos, igual que las demás empresas que hay en el mercado, aspiran a maximizar los beneficios de sus propietarios, que son los accionistas. Y que, para ello, han cometido en muchas ocasiones verdaderas tropelías que han provocado la ruina de miles y en ocasiones de millones de personas. Ahí está la última crisis económica mundial.

Por eso deben existir normas que eviten los abusos. Los de los bancos y los de todos las demás instituciones sociales y económicas. Desde Hobbes sabemos que los humanos tenemos una tendencia irrefrenable a acumular riquezas y poder. Y para que esa tendencia natural no de lugar a excesos e injusticias están las leyes y los poderes del Estado que garantizan su estricto cumplimiento.

Esa es la función de los gobernantes y no engañar a la gente (el nuevo becerro de oro de los actuales populismos) lanzando el mensaje de que sin bancos todo sería prosperidad y buen rollito. Pablo Iglesias convoca a la calle contra los bancos, pero sin ellos no podría haberse comprado el gran chalé en el que vive.