El pecado de gobernar a corto plazo

OPINIÓN

01 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace años anoté un consejo del empresario Marcos Eguiguren: «Para salir de la crisis es fundamental recuperar el pensamiento y las estrategias a medio y largo plazo que garanticen la sostenibilidad en el tiempo del tejido empresarial, del sistema financiero y de los Estados». Lo guardé porque contenía la clave de uno de los fallos de la política española: así como la empresa privada basa su proyecto en estudios y proyecciones de futuro, los políticos son o parecen incapaces de proyectar nada más allá de los cuatro años de legislatura. Mariano Rajoy había puesto su horizonte de empleo en el 2020. Y el actual presidente, dada su flaqueza parlamentaria, parece conformarse con el horizonte de los Presupuestos, que no puede ser más corto: un año y, como dice el chascarrillo, «mantente mientras cobras».

Este tipo de análisis son fundamentales. De un proyecto a largo plazo depende nada menos que el modelo de país que se quiere construir. Cuando existe, como en la redacción de la Constitución, los nacionalismos periféricos decaen y debemos recordar que el 91 % de los catalanes votó afirmativamente esa norma. Cuando existe en la economía, los inversores saben a qué atenerse y se animan a levantar empresas. Cuando lo percibe la sociedad, tiene un punto de mira que influye en las actitudes y los comportamientos sociales. Y cuando no hay ese proyecto de futuro, los propios políticos, los inversores y los ciudadanos se quedan sin orientación, se dejan dominar por la incertidumbre y caen en actitudes pesimistas. Es la consecuencia de la política basada en el pecado del «cortoplacismo».

El presidente de la Empresa Familiar, Francisco J. Riberas, se lo acaba de decir con crudeza y valentía al presidente Pedro Sánchez, en lo que ha sido calificado como «bronca empresarial»: «No podemos permitirnos que se sigan adoptando medidas de corto plazo con la finalidad principal de garantizar la gobernabilidad». Ha sido como decirle al señor Sánchez: usted se preocupa más de mantenerse en la presidencia que de diseñar un programa de larga duración que ofrezca seguridades al país. Y tiene toda la razón: la necesidad de mantenerse en el poder hace que se busquen pactos extraños que condicionan la política general del día a día. Y son acuerdos para tapar agujeros, para ver si se aguanta, sin tener ni fecha de llegada. El fruto de esa prioridad es la duda, la incertidumbre y la zozobra que no pueden superar los Presupuestos. Así no se moviliza el país. Así no se afronta el enfriamiento económico que viene. Ese es el problema, señor Sánchez. El suyo y el de todos los españoles.