Un camino más de futuro que de pasado

Marcelo Rebelo de Sousa PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA PORTUGUESA

OPINIÓN

ANGEL MANSO

31 oct 2018 . Actualizado a las 07:06 h.

Su Majestad, Rey Felipe VI de España: Excelencia, me honra enormemente contar con la presencia de Su Majestad en esta ceremonia, como testimonio elocuente y que tanto me emociona de la amistad fraternal que existe entre España y Portugal, así como entre sus pueblos. Quiero una vez más expresar públicamente a Su Majestad mi admiración por su destacado ejemplo institucional y cívico -formado por visión, inteligencia y sensibilidad- al servicio del Reino de España, todo él, y de su proyección como potencia en el mundo. Una proyección que ha destacado con énfasis la especial relación, porque es diferente a todas las demás, que une a Portugal y España.

Señor presidente de la Xunta de Galicia, don Alberto Núñez Feijoo: estar aquí es para el presidente de Portugal sentirse como en casa, en familia, conociendo desde hace 62 años sus tierras, sus gentes, su fuerza, su calor, su audacia, recorriendo el mundo, igual que nosotros y tantas veces conjugando voluntades, como en el Tratado de Tordesillas. O uniendo personas, como en la histórica circunnavegación, iniciada por Fernando Magalhães y terminada por Sebastián Elcano. Pero estar aquí, en Galicia, para un minhoto como lo soy yo, que proviene de las tierras de Basto, es sentirme entre una familia aún más próxima. Sabiendo que Minho solo es como es por ser Portugal, y que Galicia solo es como es por ser España. Pero sabiendo también que es esa doble vecindad la que crea una afinidad en los usos, en las tradiciones, en la alegría de vivir y de convivir, en la cultura y en la poesía, en la diversidad de la música, en la profundidad de la fe. Vecindad también en el conocimiento de las literaturas minhota y gallega. Los lectores portugueses y minhotos conocen mucha literatura gallega, desde los trovadores, que escribían en gallego-portugués, hasta el Rexurdimento de la lengua gallega, con la admirable Rosalía de Castro. Pero también Curros Enríquez, el cantor de A Coruña. Vicente Risco, Ramón Cabanillas, Alfonso Castelao y, entre los más jóvenes de hoy, Nieves Abarca, Manel Loureiro, Francisco Narla, María Oruña. Sin olvidar, claro, a grandes escritores gallegos de expresión castellana, como Gonzalo Torrente Ballester y Camilo José Cela, quien, además del Nobel, recibió también nuestro premio Dom Dinis.

Señor presidente de La Voz de Galicia, don Santiago Rey Fernández-Latorre: Es para mí, y por extensión para todos los portugueses, a quienes represento, un honor recibir el Premio Fernández Latorre. Juan Fernández Latorre fue una personalidad singular. Militar, dirigente político, parlamentario, gobernante regional y nacional, activista, idealista y un luchador por más derechos fundamentales. Más justicia social, más apertura a los cambios y hacia el futuro. Y, también, hombre de la libertad de expresión, del pensamiento y de la prensa, que dejó bien marcada en La Voz de Galicia, que fundó en 1882, y que asumió como proyecto esencial hasta su muerte. Celebrarlo es celebrar la libertad, la tolerancia, el diálogo y la democracia. Homenajear a Fernández Latorre es homenajear la comunicación social libre y resistente en estos tiempos de dificultades financieras, de cambios tecnológicos, de intolerancia, de xenofobia, de radicalismo que muchos llaman populista. Radicalismos que parecen regresar un siglo hacia atrás, repitiendo los mismos errores cuyos costes conocemos, en la vida de nuestras sociedades y en todo el mundo. Hay que resistir a esa tentación, y la mejor forma de resistir es combatir las causas económicas y sociales de esos radicalismos populistas. Es combatir las desigualdades en la educación, en la salud, en la seguridad social. Esa es también la razón por la cual destinaré el valor del premio que hoy recibo a una entidad que lucha por la integración y por dar abrigo en Portugal. Una causa que me es muy querida. Se llama Comunidade Vida e Paz. Tiene inspiración cristiana, pero trabaja con espíritu abierto y ecuménico, en la alimentación, en la salud, en la salud mental, en la inclusión social. Estoy seguro de que Fernández Latorre comprendería cómo la libertad, la democracia, la paz social exigen un mundo más justo y fraternal, que generaciones de jóvenes construyen todos los días.

Majestad, excelencias: Fundamenta La Voz de Galicia su generoso gesto en una razón, en lo que tengo dicho y hecho para estrechar, todavía más, las relaciones fraternas entre Portugal y España y, en particular, las relaciones transfronterizas en Europa. Más allá del propio premio, esta justificación me honra mucho. Porque estoy convencido de que no basta con centrarse en la vecindad geográfica o cultural o histórica. El pasado de convergencia, de alianza, de complicidad, como lo vivido en democracia y en Europa en los últimos años, es una gran inspiración. Pero el futuro tiene que ser todavía más. Tenemos que mantener las magníficas relaciones entre Gobiernos y Parlamentos nacionales, sean cuales sean. Tenemos que profundizar en los lazos económicos y financieros que sufrieron con las crisis, pero que se recompusieron de prisa y bien. Tenemos, en especial, que desarrollar la recuperación, entre poderes regionales y locales en comunicación con los nacionales, nuestras relaciones transfronterizas, que son únicas en Europa. No nos podemos olvidar de lo más importante: las personas. Las personas de carne y hueso, pero también las escuelas, las universidades, las instituciones de solidaridad social, las fundaciones, la cultura, el encuentro personal y comunitario.

Ahora que enterramos guerras y miedos de otros tiempos, ahora que sabemos que la fuerza de cada uno de nosotros reside en ser diferentes, y que tenemos dentro de nosotros diferencias que solo enriquecen nuestra unidad. Ahora que tenemos la certeza de que somos los dos más fuertes juntos que por separado. Ahora que conocemos nuestro papel en las Naciones Unidas, en la organización internacional para las migraciones, en la FAO, en la Unión Europea, en la Alianza Atlántica, en los países que hablan nuestras lenguas, en el mundo árabe, en África, en Asia-Pacífico. Ahora que no podemos dejar que en Europa haya división en lo esencial, y para eso tenemos que promover crecimiento, empleo, justicia e instituciones más creíbles, así como una política y unos políticos en quienes puedan confiar los ciudadanos, evitando mesianismos y demagogias sin futuro. Ahora que todo esto nos llama a actuar, nuestra fraternidad como Estados y como pueblos es un triunfo precioso. Nuestra hermandad nacional y transfronteriza es una llamada constante a la solidaridad. Y qué bueno que así sea, ver que somos democracias, y que entre los jefes de Estado de los dos pueblos hay un entendimiento constante, que tanto ha potenciado esta afinidad, llevándola más allá de un momento histórico y reafirmándose en el futuro. Esta es la razón por que me siento no solo honrado, sino también feliz, de recibir el Premio Fernández Latorre, otorgado por una prestigiosa fundación, la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, y de manos de un ilustre y amigo jefe de Estado, de un Estado hermano, en un camino hecho más de futuro que de pasado. A todos expreso mi más profunda gratitud. Como escribió Rosalía: «O meu corazón vos dou e o meu corazón vos mando cunha chave para o abrir, porque nin eu teño máis que vos dar, nin máis que vos pedir».