«Fake news»

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

29 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo, recién finado Franco, en que se aseguraba que las noticias estaban en los bares, y era cierto. Luego, los tiempos y las tecnologías lo han ido cambiando todo y ahora resulta que están en Internet, pero con el serio problema de que ya no estamos seguros de saber diferenciar las verdaderas de las falsas.

En el caso de España, estas últimas, las fake news, preocupan a siete de cada diez internautas, que reconocen la enorme dificultad de lidiar con ellas y lograr esquivarlas. La situación es tal que, según una encuesta, el 84 % de los consultados consideran que son los periodistas y los medios informativos en general los que deben de trabajar más para lograr que podamos distinguir las noticias ciertas de las falsas. Lo cual nos añade una gran responsabilidad, no siempre fácil de satisfacer con garantías.

Pero, ¿podemos los periodistas desenredar esta endiablada madeja? No siempre, o no del todo. Las fake news no son casuales y destacan por su propósito de falsedad o engaño. Es decir, late en ellas un viso cierto de adulteración o corrupción. Y en general -aunque no siempre- sirven para influir o condicionar las opiniones políticas. Es decir, sirven para desinformar, falsear, descontextualizar o desorientar acerca de la verdad.

¿Se puede decir que estamos en el buen camino de afrontarlas y de combatirlas con acierto? No del todo. Solo cabe decir que nos hallamos en el camino de aprender a convivir con ellas en un nuevo ecosistema y, de alguna manera, desactivar su poder. Porque nuestra propia desconfianza es un arma cargada de futuro que nos permitirá ir detectando, cada vez más, esos contenidos relacionados con la desinformación y con la propaganda y que en verdad figuran ya como engaños intencionales y deliberados.

Pero sí, las fake news han venido para quedarse y todos -en particular los buenos periodistas- deberán jugar contra ellas el partido del rescate de la verdad y de la credibilidad. Una partida que probablemente tardará en decantarse, porque también hay un público consumidor de noticias falsas que las ha convertido en su alimento y que ya no se resigna a vivir sin ellas. Por eso la lucha será tan larga como algunos expertos anuncian.