El Parlamento se traslada al trullo

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

19 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El día de hoy pasará a la historia de España porque cuando concluya la jornada se habrá consumado una de las mayores aberraciones políticas de la etapa democrática. El socio principal del presidente del Gobierno acudirá a una cárcel para ser recibido por un presunto delincuente como Oriol Junqueras, procesado por un delito de rebelión, y suplicarle al preso que apoye los presupuestos del Estado. Un Estado, por cierto, que Junqueras quiere destruir. Y, en lugar de descalificar a Pablo Iglesias, afearle su conducta o indicarle que una prisión no es el lugar para debatir sobre las cuentas públicas, el presidente del Gobierno le agradece el «apoyo» y se limita a decirle que «la negociación en nombre del Gobierno la hace el Gobierno». Es decir, tú negocia, pero no en mi nombre.

El mero hecho de que Pedro Sánchez pretenda pactar los Presupuestos con dos golpistas, uno un supremacista como Junqueras, que afirma que los catalanes son genéticamente distintos al resto de españoles, y otro un reconocido racista como Torra, que ayer mismo insultó además al jefe del Estado tachándolo de «hooligan con corona», es algo que lo descalifica como presidente del Ejecutivo. Pero permitir que su socio principal pida el apoyo a sus cuentas en una cárcel sin desautorizarle o tratar de impedir ese dislate es algo que va mucho más allá, porque daña a nuestra democracia.

De Pablo Iglesias nada puede sorprender ya, porque él entiende el ejercicio de la política como un divertimento en el que todo vale para alcanzar el poder, y no como un servicio a su país y a los ciudadanos. Un juego de tronos en el que solo vale ganar o morir, como él se encarga de pregonar. Es su responsabilidad, porque él representa a quienes le votaron en las pasadas elecciones, que no son pocos, y es ante ellos ante quienes debe responder. Pero Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno de España. De todos los españoles. Y debería entender que la imagen de su socio de Gobierno siendo recibido en audiencia por un preso para pedirle que apoye sus Presupuestos cuando ERC está exigiendo a cambio que se presione a la Fiscalía para liberarlo, constituye una ofensa que desprestigia a todo el país.

El líder del PSOE, asesorado por su jefe de gabinete, Iván Redondo, que no es un político sino un estratega sin ideología, ha asumido las formas de hacer política de Iglesias, en las que todo vale para alcanzar el poder. Pretende gobernar y mantenerse en la Moncloa mediante golpes de astucia, como presentar en Bruselas unos presupuestos con unas cifras de déficit para las que no tiene autorización de las Cortes. Pero resulta que detrás de ese juego de tronos que tanto parece divertirles a él y a Iglesias, hay ciudadanos reales a los que les afecta cada una de sus decisiones. El paso de Pedro Sánchez por el Gobierno de España será probablemente efímero. Pero ha durado ya el tiempo suficiente como para socavar la reputación de nuestro Estado de derecho. Asumir que alguien vaya al trullo a pedir apoyo a sus Presupuestos y tratar de pactarlos con alguien que insulta al rey es una infamia difícil de superar.