Casado, el riesgo de la locuacidad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo | efe

17 oct 2018 . Actualizado a las 10:13 h.

El nuevo líder del PP, Pablo Casado, es un sinvivir. Es un terremoto. Sale a hablar de todos los temas, y no son pocos, que surgen en la hiperactiva política de este hiperactivo país. No hay palabra, acción ni gesto del Gobierno o su partido que no encuentre en él réplica inmediata. No hay iniciativa de la izquierda que no le fuerce a saltar. En el mismo día puede tronar contra los Presupuestos - «primer paso hacia la recesión», ha dicho-, contra el independentismo y contra el proyecto de ley de eutanasia. Lo que haga falta, porque Casado no solo tiene recursos dialécticos para hacerlo, sino un arrojo enciclopédico rayano en la osadía.

Su última acción anunciada ha sido viajar a Bruselas para descalificar las cuentas públicas, a ver si así las desautoriza el comisario Moscovici. Tal proyecto hizo que los socialistas le acusen de falta de patriotismo. No seré yo quien les dé la razón, pero es útil tomar nota: las cuentas del reino se discuten o se intentan tumbar en las instituciones españolas. Acudir a las europeas tiene un doble riesgo: si Moscovici le hace caso, muchos acusarán a Casado de defender lo criterios del PP en un exceso de partidismo. Si Moscovici no tiene en cuenta sus argumentos, demostrará escasa capacidad de influencia en Bruselas, lo cual es un mal pasaporte para alguien que quiere gobernar el país.

Pero hay algo más peligroso en su esfuerzo por ganar protagonismo: quien mucho habla, mucho se puede equivocar. Y algo más peligroso todavía: el cansancio. A pesar de su locuacidad, Pablo Casado todavía no produce tedio. Su lenguaje es nuevo, dentro de lo que cabe en un partido fuertemente conservador, y su audacia tiene eco informativo. Pero esas cualidades en política tienen fecha de caducidad. A grandes deseos de escuchar a un orador siguen grandes rechazos. Todos hemos visto el desgaste del discurso de grandes políticos y la historia tiende a repetirse, aunque no sepamos el tiempo que tarda.

Por ello, si el señor Casado está en condiciones de aceptar algún consejo, sería este, expresado en el sentido con que Maquiavelo aconsejaba a su Príncipe: apreciado don Pablo, hace usted muy bien en dar a conocer su ideología y su posicionamiento ante los problemas del país. Un líder nuevo necesita darse a conocer. Pero tenga cuidado con el hiperliderazgo, que suele ser tentador, pero no siempre atractivo para el público. Tenga cuidado, sobre todo, con ese riesgo de intentar llenar todo el espacio. Un líder nacional está para pronunciarse sobre los grandes asuntos de Estado, y en España tenemos unos cuantos abiertos. Y no olvide un detalle: una cosa es ser imprescindible, y usted lo empieza a ser para el mundo conservador, y otra muy distinta ser inevitable.