Tenemos que establecer cuanto antes, ahora que empieza la época de las ciclogénesis, un código para los reporteros del tiempo. Quienes hayan estado viendo a Isabel, en Cascaes, y a Quique, en Pontevedra, saben bien de lo que hablo. Mientras Iñaki López, desde el plató de La Sexta Noche, hacía la conexión en directo para saber en qué lugar exacto y en qué momento exacto entraba Leslie por la Península, los espectadores no podíamos más que pedir desde el sofá de casa que por favor dejasen a esos pobres reporteros resguardarse. ¡Mi madriña, que molladura! Que de verdad, que no es necesario esperar a los huracanes a puerta gayola, que nos hacemos una idea de lo que pueden ser rachas de más de 100 km/hora sin necesidad de que los chicos se pongan en riesgo. Pero nos ha dado por esta información meteorológica tan realista que mientras Isabel miraba a la cámara con la melena cubriéndole por completo el rostro y el micrófono casi en la estación espacial internacional, al pobre de Quique ni le podíamos ver los ojos. Un paraguas lo tapaba entero porque no podía asomar la cara de la que caía. Bastó con verlo en la siguiente conexión para entender la fuerza de Leslie; ahí estaba Quique, empapadiño, dándonos todos los detalles de un tiempo tan obvio. Solo espero que él esté bien, que no haya cogido una pulmonía y que se sienta arropado. Hoy yo me mojo por él.