La política española es una «fake news»

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ballesteros | efe

16 oct 2018 . Actualizado a las 07:46 h.

¿Quién es culpable de la desinformación política en España? ¿El Gobierno u otras estructuras del Estado, o los medios informativos? Me hago esta pregunta a mí mismo después de algunas noticias de los últimos días, y todas ellas muy importantes. La primera fue el error de protocolo de Pedro Sánchez en la recepción de la Fiesta Nacional. La segunda, la información de que la Fiscalía ya tenía redactadas sus conclusiones provisionales y las penas que pedía para los actores del procés: la mayor, para Oriol Junqueras y las mínimas previstas en el código para los demás. Y la tercera, el cambio radical de política ante el régimen de Maduro: España iba a proponer ayer sustituir las sanciones por la negociación.

La realidad fue la siguiente: que el ministro Borrell iba a proponer a sus colegas europeos, efectivamente, el intento de una negociación con Venezuela, pero en modo alguno pretendía que se anulasen las sanciones ya impuestas; que la fiscala general del Estado tuvo que pedirnos que dejásemos de especular, porque no tiene nada decidido y, como es natural, deberá esperar al final de la instrucción y el auto de procesamiento del Supremo. Respecto a Pedro Sánchez, hubo una explicación inicial de La Zarzuela que hablaba de un error; pero, en vista de que pocos periodistas le hicieron caso, se vio en la obligación de difundir un comunicado que aclara el error. Y aún así, bastantes informadores insistieron en que pudo haber sido un comunicado pedido por el presidente, como restándole credibilidad.

Este último caso quizá sea el más anecdótico, pero en él se cumple el clásico principio cínico: «No dejes que un desmentido te estropee una bella historia». Era demasiado bella la novelesca historia del presidente egocéntrico o tonto que quiere ser el rey y saludar como el rey. Ciertamente, no se puede dejar que la estropee un matiz, aunque lleve el sello de la Casa Real. Incluso tenía la ventaja de la que carecen otros productos de la imaginación narrativa: un documento gráfico del presidente y su esposa saludando como reyes. Aunque sean de la clase B.

Cuando esto sucede en 72 horas, algo pasa en el ámbito de la comunicación: o los periodistas no contrastamos fuentes, o nos engaña alguien que merece crédito y confianza, o los poderes públicos carecen de capacidad de respuesta y explicación rápida ante las falsedades o incorrecciones que se ponen a circular. Pero estamos ante un problema serio: las fake news invaden la política y dominan la información. Pésima forma de crear opinión pública. Y puede llegar un día, quizá estemos en él, en que nadie tendrá la menor credibilidad. Ese día nos habremos cargado la democracia. Al menos, tal como la entendemos hoy.