El cisma del independentismo

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Toni Albir | efe

10 oct 2018 . Actualizado a las 07:29 h.

Una y media de la tarde de ayer. La Mesa del Parlamento de Cataluña acata la suspensión de cuatro diputados huidos, Esquerra Republicana se opone al ardid de Puigdemont y el independentismo pierde la mayoría absoluta en la cámara. Espero hasta última hora para conocer la primera reacción de los líderes del PP y Ciudadanos. Tengo malsana curiosidad por saber cómo utilizarán ese cisma consumado, de incuestionable relevancia política, para criticar la política de apaciguamiento del Gobierno y seguir arreando estopa a Pedro Sánchez. Pero, esta vez, tanto Rivera como Casado me defraudan: ambos guardan silencio.

¿No habíamos quedado en que el diálogo de sordos, las concesiones graciosas a los rebeldes y el pago de la hipoteca contraída en la moción de censura solo servían para reforzar el independentismo catalán? Si era así, Pedro Sánchez ha fracasado en su empeño: el secesionismo está más débil que ayer y más fuerte que mañana. Las huestes de Puigdemont, Junqueras y la CUP, todas a una como Fuenteovejuna, cavaban ayer trincheras contra el opresor español. Hoy se repliegan y distraen sus fuerzas para enzarzarse en su particular guerra civil, entre los que abogan por un armisticio con la España ocupante y los que se empecinan en proseguir la lucha de la Cataluña triunfal. Solo el lazo amarillo -los presos- mantiene todavía unido el irreductible bloque de antaño que puso en jaque al Estado español.

La fractura del independentismo, más o menos larvada desde las elecciones catalanas, se hizo evidente en las últimas semanas. Únicamente no la querían ver quienes, por estrechos intereses partidistas, preferían seguir explotando el filón de votos que presuntamente proporciona la retórica de mano dura en Cataluña. Los mismos que, ante el ultimátum interruptus de Torra a Sánchez, aplaudían al chantajista y conminaban a Sánchez a retirarse. Los mismos que se debaten en un grave dilema: el apaciguamiento de Cataluña es bueno para España, pero malo para sus intereses. La bronca entre independentistas y constitucionalistas les conviene. La bronca entre independentistas les perjudica. ¿Y Cataluña? Ah, ¿y eso qué importa?

Por eso sigo esperando la interpretación de Rivera y de Casado de lo acaecido ayer. Para que nos aclaren si supone un avance o un retroceso que el Parlamento de Cataluña, ya con minoría secesionista, haya rechazado la reprobación del rey, la resolución sobre la autodeterminación o el texto referido a la «persecución política y la existencia de presos políticos y exiliados». Y que nos expliquen por qué la única representante de la derecha española en la Mesa del Parlamento, diputada de Ciudadanos, se abstuvo cuando se decidía si Puigdemont podía o no delegar su voto. Y que nos digan si, a estas alturas, siguen defendiendo la aplicación de un 155 preventivo y elevado al cubo, cuya única virtualidad consistiría en reagrupar y reunificar a las fuerzas secesionistas hoy en guerra abierta. Cierto, Puigdemont y su monaguillo Torra se lo agradecerían.