Dándolo todo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

09 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dieciséis mil aspirantes se presentaron a la selección previa de la presente edición de Operación Triunfo a la que solo fueron admitidos 16 concursantes. Muy buenas facultades cantoras colectivas tiene que tener un país como el nuestro para asomarse a un plató de televisión a «hacer realidad los sueños». Coinciden en idéntica franja horaria Gran Hermano y Master chef, que convocaron a su vez a varios miles de personas para ocupar un puesto en la casa de Guadalix de la Sierra e ingresar cuando acabe el certamen, que dura un par de meses, en la gloria efímera de pertenecer a ese show business de corredoira, auténtica factoría de libertinos juguetes rotos.

Pero lo sorprendente es la masiva vocación repentina que viralizó el comportamiento patrio convirtiendo la ambición nacional en ser cocineros, niños, adultos y personajes populares, que han encontrado su camino entre fogones y exhibiéndose desde la caja mágica de la televisión, realizando platos con toda suerte de artilugios que van desde sopletes hasta hidrógeno liquido con la pretensión de convertirse en Robouchon, Paul Bocusse o Jose Mary Arzak. La cocina ibérica, la tradicional, se vistió con la chaquetilla de estrella Michelin como pretensión, justo cuando muchos restaurantes así calificados, renuncian a mantener una o más estrellas.

España se está convirtiendo en un país de cantantes y cocineros, además, y esto ya lo sabíamos, en un escaparate televisivo de jóvenes escasamente ilustrados, en el límite de ejercer de analfabetos funcionales, como deja ver el espectáculo televisivo de Gran Hermano. Y los gritos de guerra, las frases, los ábrete sésamo de esta generación de concursantes no son otros que «dándolo todo», o su variante «lo voy a dar todo» que precede a la tesis posterior de «quiero hacer realidad mi sueño».

No me imagino a Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina, y escribiendo en Twitter, si existiera, que estaba dándolo todo, ni a Mozart interpretando al piano, que en ese momento expresara que estaba haciendo realidad sus sueños.

No concibo a un cirujano antes de una operación pronunciando ambas frases, ni a un arquitecto ultimando un plano, en un talent show. ¿Pueden aplicarle el reciente grito de guerra a un escritor, a Javier Marías, pongo por caso, dándolo todo? Puedo entender que los dos latiguillos forman parte de una jerga contemporánea, del argot juvenil que no articuló bien su discurso y es, quiero suponer, el equivalente al manido tópico futbolero de fútbol es fútbol.

Lo que sí constato es la profunda banalización de la sociedad española mientras reflexiono sobre esa otra frase mil veces repetida que asegura que nuestros jóvenes son los mejor preparados del nuestra historia. Quizás sí como cantantes o como cocineros.