Trump a trompicones

Carlos G. Reigosa
Carlos G. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Glen Stubbe | DPA

08 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La actualidad política de EE. UU. es tan intensa y desconcertante que ya casi nadie se acuerda de cuando la demócrata Hillary Clinton iba a ganarle las elecciones (según las encuestas) a su fanfarrón y disparatado contrincante, el ultramontano Donald Trump. Pero no ocurrió lo previsto y llegó la sorpresa. Y ahora el actual presidente nos tiene tan entretenidos con sus sorprendentes decisiones y sus súbitos cambios de rumbo que el pasado se nos aleja a gran velocidad, y Hillary ya no encarna ninguna esperanza. Lo que no sabemos muy bien es lo que encarna o representa hoy Trump, porque ya nos ha ido acostumbrando a sus impredecibles y disparatados cambios de política en casi todos los ámbitos. El premio Nobel de Economía Paul Krugman, que critica sus actuaciones casi a diario en The New York Times y es contundente en sus reproches, ha escrito: «El argumento poselectoral de que Donald Trump no sería un presidente tan malo ha sido rebatido una y otra vez desde que tomó posesión: ni está a la altura del puesto ni está dispuesto a hacerse a un lado y dejar que otros hagan un buen trabajo».

El mismo Krugman ha escrito que «muchos estadounidenses ya no parecen entender cómo debe hablar un líder, pues confunden la grandilocuencia y la beligerancia con la verdadera firmeza. Esperemos que ver a Trump en acción sea un aprendizaje y acabemos por poner a un adulto en la Casa Blanca». Pero, ¿está en vías de cumplirse esta esperanza del nobel de Economía? No lo parece. Y en este sentido cabe lamentar que muchos de sus vaticinios no se hayan cumplido, ni se estén cumpliendo todavía.

¿Por qué perdura Trump en medio del propio caos que él mismo genera, en EE. UU. y en el mundo entero? No es por las fake news, que no son tan poderosas, aunque sí que lo condicionan casi todo. La respuesta correcta quizá esté en que la sociedad estadounidense es más compleja y diversa de lo que creemos, y ahí radica su propia pluralidad y la variedad de sus concepciones y desigualdades. Porque, a pesar de sus baladronadas y despropósitos, Trump conecta con capas de ciudadanos que aplauden sus decisiones, por sorprendentes que sean. Quizá haya que entender esto para comprender el resto, señor Krugman.