Ídolo humano, hermandad y secta

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

OPINIÓN

28 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El proceso contra Miguel Rosendo, y otros miembros del grupo conocido como los Miguelianos, ha puesto en primer plano las características del funcionamiento de los grupos sectarios. Estas características, que se podrían resumir como sumisión y sometimiento de los miembros del grupo a la voluntad de quien encarna una verdad incuestionable, pueden llevar al sacrificio sin límites de la libertad, los bienes materiales, y hasta del propio cuerpo. El sujeto se convierte así en objeto de sacrificio a un dios oscuro que no puede percibir como tal, ya que la sugestión inducida por el líder conduce a una exaltación maníaca que anula la conciencia.

El mecanismo psicológico que opera en las lógicas grupales de las sectas es el de sustitución del individuo por la masa. Este proceso ya fue analizado por Freud en su ensayo Psicología de las masas y análisis del yo, donde aclara cómo la masa es una reunión de individuos que han reemplazado su ideal del yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se establece entre ellos una general y recíproca identificación del yo.

Compartir un mismo objeto permite constituir una hermandad de semejantes segregada de la influencia exterior. Eso exige que el lugar del objeto compartido lo ocupe un ídolo humano. La identificación a un rasgo tomado del líder, compartir algo del objeto enigmático que atesora (que puede llegar a ser, al parecer, incluso su semen), garantiza el efecto de identificación recíproca y agrupación segregativa. En esta dinámica cabe la posibilidad de que el líder se crea su propio discurso, que sea un iluminado, o que no se lo crea y simplemente sea un perverso que sabe instrumentalizar de modo cínico un mensaje que puede tener efectos en personas vulnerables.

El funcionamiento sectario se aprecia claramente cuando se trata de grupos minoritarios. Pero debemos estar advertidos de que el peligro de la secta nos acecha a todos. También a sociedades enteras con experiencia crítica y patrimonio intelectual.

La ilustrada Alemania fue seducida por un cabo austríaco, diagnosticado por un psiquiatra militar como «peligrosamente psicótico» e «incompetente para mandar gente», que poseía un poder de hipnosis colectiva con sus discursos sobre la superioridad racial y la encarnación del mal en un enemigo que acechaba desde el interior. Contra el peligro de la secta nunca estamos, ni los individuos ni los pueblos, totalmente vacunados.