En manos de un chantajista

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 sep 2018 . Actualizado a las 07:53 h.

He leído los comentarios de los lectores al retrato que Melchor Sáiz-Pardo hizo de Villarejo en lavozdegalicia.es. Y algunos me han sorprendido: frente a la tesis general de que ese tipo es un chantajista, que lo es, y un delincuente, que por eso está en la cárcel, hay ciudadanos que piensan que es un tipo útil a la sociedad. Y lo argumentan así: gracias a sus impresentables artes, conocemos muchas intimidades de los poderosos que de otra forma nunca conoceríamos.

Es cierto. Pero esa reflexión no debe servir para hacer de Villarejo un héroe urbano o un noble servidor de la verdad. Si unas cuantas personas, pongamos un centenar, hubiesen hecho lo que él hizo, grabar todas las conversaciones que mantuvieron, este país sería inhabitable. Que levante la mano quien en una charla que creía privada no cayó en el chismorreo o la maledicencia. Y este policía almacenó todo ese material con una finalidad: el chantaje, la extorsión y el enriquecimiento personal. No es un servidor público; es, como mínimo, un enfermo.

Lo impresionante es cómo este tipo está marcando la agenda política. Quien administra sus grabaciones las está soltando en una dosis demoníaca. Observen la cadencia: primero se lanza la información (no atribuida a Villarejo) de la supuesta mediación de Baltasar Garzón y la entonces fiscal Delgado para impedir la extradición de un empresario a Guatemala. Se provoca que la hoy ministra niegue cualquier relación con Villarejo, y a continuación se difunde el sonido de una sobremesa es la que están Carmen Delgado y el entonces comisario. Se consigue que la ministra quede a los pies de los caballos, y a partir de ahí la crisis política: los abucheos, los gritos de dimisión en el Senado, la inestabilidad del Gobierno, la petición de adelanto de elecciones. Villarejo, con la pequeña palanca de una grabación, movió una montaña.

La pregunta es: ¿la política y la gobernación de un país pueden depender de los intereses de un chantajista? ¿Un tipo que confiesa «sé esperar para pegar la hostia» puede condicionar la agenda del Gobierno, de la oposición, quizá de la jefatura del Estado y de millones de ciudadanos? No, no es lógico. Como tampoco es lógico que todo aquel que tuvo algún tipo de contacto con ese tipo, aunque sea en un almuerzo de celebración, viva con la espada de Damocles de no saber qué habrá dicho y cuando saldrá a la luz porque Villarejo quiere «pegar la hostia».

Necesitamos la verdad de muchas cosas y de muchas personas y de muchas instituciones, pero no así, ni con esas intenciones, ni con esos personajes. Quien disfruta chapoteando en la cloaca, en la cloaca morirá. Y le puede ocurrir a este país. Me alarma pensar si está ocurriendo ya.