Miren hacia abajo, por favor

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 sep 2018 . Actualizado a las 07:23 h.

Hay cosas que conviene recordar, a pesar de su autoría: una de las primeras medidas que adoptó Aznar cuando llegó al Gobierno fue bajar el precio de la luz. Posiblemente aquella decisión provocó el célebre déficit de tarifa que llegó a superar los 20.000 millones de euros, pero las familias y las empresas pudieron respirar y muchas crónicas de la época empezaron a llamar P.U. (Partido de los Usuarios) al Partido Popular. Eran otros tiempos, claro. El Ejecutivo tenía unos poderes de intervención que ahora no tiene. Entre ellos, el poder de decidir el precio de la energía o las tarifas telefónicas.

Después hemos asistido a una liberalización de servicios públicos y a la privatización de las empresas que los prestan. Se nos dijo que se hacía para fomentar la competitividad, a la que seguiría un abaratamiento de todo. Y no fue verdad. La competitividad teórica fue anulada por los pactos secretos -y presuntamente delictivos- entre compañías. No es cierto que el cliente pueda elegir a su proveedor, porque esos proveedores hicieron previamente un reparto de zonas en todo el territorio nacional. Y así, el abaratamiento es la gran promesa incumplida en el interminable cuaderno de los compromisos que resultaron falsos.

Los Gobiernos, del PP o del PSOE, da igual, se limitan a ser testigos de los atracos en forma de factura o hacer lo que ayer anunció la ministra de Transición Energética: prescindir de un impuesto para reducir la factura final en un 2 %. Es verdad que menos da una piedra, también es verdad que el Estado hace un esfuerzo, pero suena a porcentaje ridículo el mismo día en que se publicó que el precio de la luz en el mercado mayorista era un 46 % más caro que hace un año. Cuénteles usted eso a los pensionistas que se manifestaron ante el Congreso propiciando el populismo de Pablo Iglesias y Errejón.

Y todo esto ocurre cuando se han creado centenares de parques eólicos y solares, en muchos casos subvencionados por el Estado. También ocurre cuando nuestros vecinos europeos han conseguido rebajar el coste de la energía eléctrica, con lo cual somos menos competitivos que ellos. Y cuando existe el fenómeno de la pobreza energética, que se agrava cada vez que el kilovatio sube un euro en las subastas.

Estamos, por tanto, ante un problema económico y social de primera magnitud. Se agradece y aplaude el esfuerzo de la ministra Teresa Ribera. Pero resulta escandaloso que nuestra clase política esté metida en riñas de carácter casi teológico, mientras se pierden a borbotones esperanzas de mejora en el horizonte del bienestar. Espero que algún día esos políticos de la gresca tengan la gentileza o la humildad de mirar hacia abajo para ver lo que pasa en su país.