Azcona, Franco y el negro de Bañolas

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

17 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En un descacharrante cuento de Rafael Azcona titulado Muerto y publicado en 1960, se narra la peripecia de don Joaquín, el médico de un pueblo aragonés que, junto con el taxista Roque y un cura joven llamado padre Rufino, emprende de noche una peregrinación a Zaragoza para intentar deshacerse del cuerpo de un sacerdote anciano que, de ejercicios espirituales en un convento del pueblo, le da por morirse y meter en un lío a la congregación. Allí, a las tantas de la madrugada vagan entre la parroquia y la pensión intentando colocar el muerto que nadie quiere... y se va poniendo duro. Algo así está pasando con el general Franco Bahamonde. Hay un principio filosófico de gran calado que viene a decir: si no quieres que te quiten no te pongas. Pero el militar siempre se puso. Primero mucho pero muy poco tiempo ante las balas de los pacos rifeños y, haciendo méritos militares, delante de todos saltándose el escalafón. En 1936 ya se puso en todo. En el gobierno, el Estado, los sellos, las monedas, las iglesias -bajo palio-, las calles, y, ya muerto, en el centro de la nave central del Valle de los Caídos, pensando: para caído, yo. Aunque creo que los muertos deben descansar en paz, y en su casa, su familia no lo quiere, como esos ingratos que meten a sus padres en el asilo o que abandonan a los perros. Modestamente propongo que lo manden a Bañolas a ocupar la urna que dejó vacía hace ya unos años el famoso negro embalsamado. Y venga, a cobrar entrada.