La ola de indecencia que arrasa España

OPINIÓN

Emilio Naranjo | efe

15 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque la confrontación política que paraliza España se está escenificando en algo tan baladí y tan sabido como el currículo de los dirigentes, yo prefiero pararme en el gravísimo episodio de la venta de bombas guiadas por láser a Arabia Saudí, en el que se puede comprobar el inusitado nivel de indecencia y miseria en el que el pueblo y los gobernantes nos hemos embarcado. En lo referente al potente negocio de producción y comercio de armas, caben, básicamente, tres posiciones. La primera es el pacifismo radical, o la utopía ética, que condena toda la actividad de fabricación y comercio de armas, y extiende su rechazo a los medios auxiliares de agresión o defensa (aviones, transportes acorazados, sistemas de dirección balística, flotas de guerra y armas nucleares). La segunda es el realismo político, que entiende que todas las estrategias unilaterales de cese del comercio armamentístico son utópicas y suicidas, y que debe fiarse el progreso de la paz a acuerdos internacionales de desarme. Y la tercera es el fariseísmo indecente, que hace el discurso de los primeros y actúa como los segundos, y que asume como una loable habilidad la radical inmoralidad que supone vender armas a condición de que el comprador las use con total ineficiencia y con caridad cristiana. España se situó siempre en la posición segunda, que mantiene abierta una industria armera de gran tradición y reconocida calidad, pero que al mismo tiempo suele apoyar y firmar, cuando se habla en serio, los acuerdos internacionales de desarme y de reconversión de fábricas que afectan a las alianzas en las que estamos integrados.

Los españoles sabemos que hay una cierta contradicción en este camino, y por eso hemos vivido con tanto desasosiego aquella etapa en la que nos manifestábamos por la mañana en defensa de la fábrica de armas de A Coruña, y por la tarde contra la guerra de Irak. Pero llegó Sánchez I, el Exhumador, y puso de manifiesto -con apoyo del pueblo- la parte más canalla, indecente y farisea del asunto, al hacer el discurso pacifista en boca de la ministra de la guerra -para quemar a Rajoy y dar sensación de cambio-, y enviándole las armas a la dictadura teocrática y militarista de Arabia cuando ya era plenamente consciente de los niveles de indecencia y de corrupción del alma que estaba dispuesto a asumir, no por convicciones, sino a cambio de pasta sangrienta y liberticida. Y así redactó, con láser y dinamita, el nuevo principio rector de la diplomacia económica española, en la que está doctorado por una universidad privada: «Amiguiños si, pero a vaca polo que vale». Pillados en la contradicción, los ministros de Sánchez empezaron a dar explicaciones -entre las que figura la precisión asesina de las bombas- que pregonan la miseria intelectual y moral que nos arrasa. Porque es evidente que, si vemos el episodio de las bombas en su conjunto, hemos batido todos los récords de indecencia y alevosía que habíamos conocido. ¡Una tragedia!