Guerras del mar: del fletán a la vieira

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

13 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Recientemente ha sido noticia la guerra de la vieira entre pescadores del Reino Unido y Francia, por las normas de acceso desigual a la explotación de este pectínido. Conflicto tradicional agudizado con la anunciada decisión del Reino Unido de abandonarse y abandonarnos. 

El mar es fuente de conflictos por la explotación y el acceso a sus recursos. Conflictos que han provocado grandes cambios en el derecho del mar, sea en las normas de gestión o en los derechos territoriales de los países ribereños. Derechos que si bien se formularon en la declaración de la ONU sobre el nuevo derecho del mar, tuvieron su origen en las tres guerras del bacalao en el Atlántico Norte.

Muchos gallegos recordarán la guerra del fletán con la captura del Cabo Estai, el pesquero que llegó a convertirse en vigués distinguido, y que desencadenó un conflicto que llevó a España a enviar buques de la Armada para vigilar a las patrulleras canadienses. O aquella guerra de las volantas entre boniteros al curricán, gallegos y vascos, y los nuevos barcos franceses e irlandeses con sus volantas. Muchos menos serán los que recuerden, a finales de los años 70, A revolta do can, entre mariscadores a flote que utilizaban el endeño remolcado (can), y los que trabajaban con vara, o los conflictos en la pesca de arrastre en Galicia y el Cantábrico con los bous franceses.

Islandia, hasta 1944, dependía de Dinamarca y era un país despoblado y pobre. Reino Unido tenía sus caladeros sobreexplotados, y necesidades de proteínas de las que se abastecía con su pesca de bacalao, platija y abadejo en aguas islandesas. El aceite de hígado de bacalao, que provenía de Islandia, era un complemento terapéutico y alimenticio capital en Reino Unido. Cuando terminó la Guerra Mundial, Islandia se había transformado. Gracias al comercio de su bacalao.

Islandia, en 1950, dio un primer paso para proteger su pesquería: aumentó sus aguas a cuatro millas, en lugar de las tres establecidas en 1822. En 1958 las amplió a 12 millas, algo que los británicos consideraron más lesivo para sus intereses y ajeno al derecho internacional. Aparecieron entonces destructores y fragatas en la primera guerra del bacalao. Islandia no cejó, y en 1972 amplió su mar hasta las 50 millas. Segunda y más peligrosa guerra del bacalao entre Islandia y Reino Unido, aliados ahora en la OTAN. Y ya amparados por la resolución de la ONU, en 1975 los islandeses ampliaron sus aguas a las 200 millas actuales. Se retiraron todos los barcos, excepto los británicos y alemanes, y fue la tercera guerra, con batallas navales amistosas. Pasión británica por el fish and chips.

Islandia inició un nuevo derecho internacional del mar para proteger su pesca, al tiempo que asumió la necesidad de regulación de sus propias pesquerías. Coherencia y supervivencia islandesa que ha contribuido a que nos siga llegando bacalao, desaparecido ya aquel de Terranova, pesquería épica para portugueses, vascos y gallegos.