Socialismo gallego, «efecto Sánchez»

OPINIÓN

01 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha terminado agosto. Se airean entre caireles y alamares las mangas de los comicios municipales, que serán los primeros que vivamos en Galicia si Moncloa no dispone otra gracia. Quién sabe. Sánchez, que dijo que llegaba al Gobierno para normalizar la situación «caótica» marianesca y convocar elecciones, ya se ha olvidado de convocarlas. Aunque no le arriendo la ganancia en tal decisión. Soy de los escasos convencidos de que cada día que pasa el PSOE retrocede un poco. Quizá lo digo para no enmendarme a mí mismo. Yo, que dije que lo peor que podía haberle pasado al socialismo es Sánchez. Y lo sigo diciendo. Solo me equivoqué de momento en un hecho: la presidencia sanchecista.

Imaginar a Sánchez togado por la más alta magistratura ejecutiva del Estado es algo que aún me parece inverosímil, o sea, sin apariencia de verdad. Pero ahí lo tienen. Y lo trago, cómo no, porque soy demócrata. Lo que no trago es eso que se está dando en llamar el efecto Sánchez. Seré lerdo. Froto los ojos. Repaso las líneas y releo: el defecto Sánchez.

Intentaré argumentarlo. Andan crecidos los socialistas gallegos porque los hados de las encuestas les auguran subidas. Igual que al PSOE en Madrid.

Y ahí radica el efecto anteriormente citado. Hablan los gurús de la política de lo balsámico que resulta el poder cuando se tiene. No siempre, créanme.

Felipe II se emborrachó de poder y miren cómo acabó el cuento años después. Pero no reinventemos la Historia. A la Grande y Felicísima Armada, la Invencible, no la derrotó Inglaterra, sino un temporal. Sánchez, que no es Felipe II, tiene sus propios temporales y ellos serán los causantes de su propia desgracia electoral.

Es mi tesis. Quizá me equivoque. Quizá no. En todo caso, presumir en Galicia de la presidencia de Sánchez, como están haciendo los socialistas gallegos, es ingenuo. Voy con los temporales. Uno, tormenta catalana: aquel que Sánchez llamó Le Pen y supremacista, ahora es el que le ha otorgado el poder, o sea, su valedor.

Dos, tempestad de la transparencia e igualdad (los no sectarios): colocada su esposa en puesto relevante, colocados sus amigos, purgada la televisión y condonada la deuda portuaria valenciana (¿Y la de Vigo o A Coruña?).

Tres, borrasca social: ni derogación de la reforma laboral ni presupuestos distintos a los del PP.

Cuatro, ventisca de Podemos: subamos impuestos hasta donde sea posible porque hay que gastar, los ricos que paguen más y los puestos de trabajo ya los creará el Estado (porque en España no va a haber quién invierta un euro).

Cinco, chaparrón de coherencia: rectificando, desde los emigrantes al juez Llarena, al que despreciaron de modo humillante.

Seis, llovizna ridícula pero persistente: hasta se ha creado un sindicato de izas, rabizas y colipoterras (soy celiano, bien lo saben).

Y citados todos estos malos tiempos, ¿aún piensan los socialistas gallegos que existe un efecto Sánchez? Defecto Sánchez, digo yo.