Podría llevarnos años, siglos, rastrear los indicios de un crimen como el que acabó por la espalda con la vida de Ana Belén, la tercera víctima de la violencia machista del año en Galicia, una de las 33 muertas en España, una, única, irreemplazable para sus hijos, para esos familiares y amigos que amplían y refuerzan el sentido de la palabra casa. El lugar del crimen no siempre es un inmueble, un concello, una ciudad, un espacio que pueda delimitarse en el mapa, ni un crimen machista se comete en dos minutos. El objetivo puede gestarse durante años, a veces de forma inconsciente, a la ligera, con humor y hasta alegría, con la complicidad del pensamiento y el lenguaje. A diario nos cansamos de oír, y de decir, frases sexistas. Pensamos y llevamos encima una historia antigua y moderna de numerosas tonterías. «Se te va a pasar el arroz», «Mujer al volante...», «Con ese genio no vas a encontrar a un hombre que te aguante», «Serás tú que lo provocas...». La Real Academia Española, que todavía hoy segrega por sexos (el fuerte y el débil), decidió hace solo unos meses suprimir la entrada «mujer fácil». Y parecía difícil...
«Un home ten que facer o que ten facer», le dijo al hermano de Ana Belén su marido, tras matarla. Que é o que ten que facer un home? Cuál es el rol del varón, su sentido del honor, el misterioso «gen» moral, social, laboral o familiar que distingue a hombres y mujeres, más allá de las cuestiones biológicas, y por el que algunos matan. Conviene hacerse la pregunta en todos los idiomas: Que é un home? Rompamos la inercia.