Tópicos del verano gallego

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

20 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El actor Xosé Touriñán, en un aclamado monólogo en el Club de la Comedia, desmontó definitivamente el tópico de que si te encuentras a un gallego en una escalera no sabes si sube a si baja: «Si el gallego mira hacia donde las escaleras ascienden, el gallego sube; si el gallego mira hacia donde las escaleras descienden, el gallego baja». Pues bien, sin ánimo de competir con tan brillante explicación, me gustaría rebatir algunos tópicos sobre el verano en Galicia que por repetidos no dejan de ser falsos. «Galicia tiene un clima suave en verano». Pues depende. 

La semana pasada la temperatura rebasó ampliamente los cuarenta grados en Ourense y Santiago se freía a treinta y siete; en sentido contrario, unas noches atrás la ciudad de Lugo casi se congela a siete grados, algo más que fresquito.

Otro tópico frecuente es afirmar que «el marisco en Galicia es muy barato».

Veamos. Esta semana los percebes estaban al mismo precio que el oro, o sea que si le sirven una parrillada de marisco a veinte euros sospeche: o no es marisco o es que está fosilizado.

«Galicia en verano no está masificada»: esto me gusta mucho. Ya no hay plazas para visitar las Cíes hasta finales de mes, tampoco para la playa de As Catedrais y en Sanxenxo conviven estos días ciento cuarenta mil personas.

En la mitad de los pueblos costeros es imposible aparcar y hay playas como la de Miño donde no cabe una toalla más. Obviamente, si se refieren a San Xoán de Río o a Baleira la afirmación es cierta, pero debe aclararse.

«El Camino de Santiago rebosa espiritualidad» es otro curioso tópico que hay que desmontar. Es verdad que rebosa, pero no precisamente espiritualidad. Hay peleas por llegar a los albergues antes del lleno, carteles falsos que llevan a los bares fuera del Camino y basura por todo el recorrido.

Para mí el Camino Francés en verano se ha convertido en una pasarela de ropa de Decathlon en la que es imposible encontrar la más mínima espiritualidad.

Finalmente, me encanta el tópico de que «en Galicia se come muy bien». Pues, de nuevo, depende.

Pueden darse un paseo veraniego por alguna de las calles de Santiago atestadas de peregrinos y verán paellas petrificadas, acudir a algún chiringuito de playa y degustar unas xoubiñas calcinadas o beberse un ribeiro que recordarán toda la vida por su acidez.

Como siempre, existen magníficos sitios para comer y extraordinarios vinos pero, desgraciadamente, no están al alcance de todos.

No pretendo minar el tirón turístico de Galicia pero es bueno poner las cosas en su sitio para no crear una falsa idea de nuestra tierra.

Nuestros visitantes deben enterarse de que puede hacer calor, que no hay gambas de la ría y que en verano no hay grelos, salvo enlatados; que entiendan que los gallegos tenemos normas de urbanidad, también en verano, y que no todos somos riquiños, doy fe.

Resumiendo, no quiero amargarles el día a los turistas pero debemos huir de los tópicos: es importante que la gente sepa que el pulpo vivo no es de color rojo; que, aunque estemos en el quinto carallo, nos vestimos para entrar en los locales públicos y que las mareas suben y bajan, así evitaremos frases como: «Jessica, han quitao la playa».