Vacaciones, segunda parte

Inés Rey SUMMER DAYS

OPINIÓN

16 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No es que los hijos estropeen la magia y la pasión de la pareja, es que directamente las machacan, las pisotean, las destruyen. No hace mucho mi marido y yo nos estábamos dando un beso cuando la pequeña Electra apareció gritando «¡Apártate de mi padre, ladrona!». Desde entonces, nos saludamos con un gesto de la cabeza cuando

nos cruzamos por el pasillo, para no despertar a la bestia.

En vacaciones es todo mucho más intenso, claro, porque además en Canarias no hay abuelos para poder escaparnos un rato. «No hay animador infantil. Está de baja por estrés», nos dicen en la recepción del hotel. No me extraña. Es una profesión de alto riesgo. Pero no pasa nada, porque nos han dado una suite familiar que es como un parque de atracciones. La habitación con la que sueñas de soltero, pero no puedes pagarte, y de mayor, y con hijos, se convierte en el túnel del terror.

Tenemos un yacusi encima de la cama con luces de colores en el techo. «¡Piscina-discoteca!», gritan embravecidas mis pequeñas fieras. Aún no se ha llenado del todo, cuando mi hijo ya ha vaciado el bote de gel y mi hija ha activado los chorros antes de tiempo. El agua sale disparada hacia el sofá cama y la espuma empieza a escaparse por la terraza. Achicamos como podemos con el cubo de la playa de Peppa Pig y caemos derrotados en una cama de 2x2.

Nuestros hijos se meten en el medio. «No podemos dormir en nuestras camas, que están llenas de espuma». Es el principio del fin de cualquier posible fantasía en la que salgan un yacusi con luces en el techo y una cama gigante. Al día siguiente, en el desayuno, el resto de huéspedes se dan codazos a nuestro paso. «Mira, Manolo, los de la 325. Menuda fiesta de la espuma se han montado. Pura pasión. Esos sí que lo pasan bien».