La ley de la sincronicidad

Cristina Sánchez Andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

31 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un día de hace ya muchos años, buscando sin saber muy bien qué en una de las estanterías de la biblioteca de mi barrio, me cayó literalmente a las manos, un libro de poesía llamado Del ojo al hueso. Algo seco y acre, sin duda provocado por ese título, se apoderó de mis sentidos, como si me acabaran de llenar la boca o la nariz de cal. Olvido García Valdés, era la autora poeta. Entonces abrí el libro y empecé a leer. Allí de pie, frente a la hilera de libros, no pude levantar la vista hasta casi terminar su lectura. Belleza, levedad y hondura, ese silencio que deja paso a la palabra y al mismo tiempo algo que me perturbaba, como si las palabras me arañaran por dentro y me incitaran a la maldad.

Poco tiempo después, otra poeta amiga la mencionó en una conversación. Casualidad, karma, dirán algunos. La Mano que te guía, el universo, Dios, dirán otros.

El psicólogo C.G. Jung lo llamaba sincronicidad. Por entonces yo no conocía el término, o no había tenido necesidad de conocerlo. Ahora me doy cuenta de que era una más de las muchas ¿coincidencias? de la telaraña sobre la cual están tejidas las conexiones entre vidas, y que nos hacen pensar que nada ocurre accidentalmente. «¡Preséntamela!,» le dije a mi amiga poeta. Y eso hizo. Olvido García Valdés es fuerte, intuitiva, en ocasiones blindada. Todo lo dice con una sonrisa o encogiéndose de hombros, una mezcla de «¡y qué más da!» y un cierto cachondeo intrínseco. Defensora de los derechos de la mujer, habita un territorio que está más allá del ego, las rencillas y las pasiones cotidianas. Muchas veces pienso que más allá del bien y del mal, aunque no estoy segura. Es seria, pero a la vez, una de las personas con más sentido del humor y más ganas de pasárselo bien que conozco.

A veces intimida su inteligencia, pero tiene el talento de la cercanía y el don de saber escuchar. Y cuando escucha entra en ti. Una vez, hablando del poder premonitorio de la literatura, me dijo que «el arte lo sabe todo del cuerpo del artista, por eso algunos poemas dicen cosas que quien los escribió tal vez no sabía». Otra, al referirse, creo, a la idea de que nada es de una sola manera, me dijo «toca un pedazo de hielo con los ojos cerrados. Verás que no sabes si está caliente o frío».

Estos días, tras su nombramiento como directora general de Libro y Fomento de la Lectura, pienso en todo esto, y en que estas cualidades se verán reflejadas en su gestión. Pienso en la sincronicidad y en su misteriosa ley que sitúa a la persona adecuada en el momento y lugar indicados, la idea de que todo, la vida en general, es la expresión de un orden más profundo que obedece a una razón y a una estructura, como en las novelas.