Sobre la trata de mujeres y niñas

María Debén FIRMA INVITADA

OPINIÓN

30 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Naciones Unidas proclamó el día 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Seres Humanos, instando a los Gobiernos de todo el mundo a acabar con esta lacra. 

Es innegable que el sujeto pasivo de esta actividad delictiva puede ser tanto un hombre como una mujer; pero cuando la trata se hace con fines de explotación sexual, en el 96% de los supuestos, las víctimas son mujeres y niñas.

Este no es un fenómeno nuevo, pero sí su dimensión y su magnitud; y si bien no todas las mujeres prostituidas provienen del tráfico de mujeres, la industria del sexo no podría sobrevivir sin contar con las redes que se alimentan del tráfico de mujeres pobres, que provienen de países con altas tasas de desempleo o con economías de supervivencia.

Si inicialmente fue un negocio con un residual impacto desde la perspectiva económica al que descendían mujeres sin recursos, desde finales del siglo pasado se ha ido convirtiendo en un próspero negocio de beneficios multimillonarios, que se ha ido incrementando gracias a prácticas ilícitas como la trata de mujeres y niñas.

Ya hace tiempo un famoso proxeneta europeo hacía una descripción del fenómeno señalando que «a nivel mundial no existen negocios que produzcan mayores beneficios económicos que la venta de armas, el tráfico de drogas, o la trata de mujeres para la prostitución. La diferencia entre unos y otros, es que la droga y las armas se venden una sola vez, mientras que a las mujeres las vendemos una y otra vez durante toda su vida».

Muchos han pretendido desligar el negocio de la trata de mujeres y la prostitución; utilizando un conjunto de argumentos destinados a reforzar su legitimación: se argumenta que la prostitución es un mal necesario resultado de la pobreza; una barrera para evitar agresiones al resto de las mujeres; el oficio más antiguo del mundo o un hecho que siempre ha existido, que forma parte del orden natural de las cosas, como si en sí mismo este fuese un argumento válido.

Incluso hay quienes la vinculan a la libertad individual de las personas, argumentando que detrás de la compraventa del cuerpo de las mujeres no hay nada reprobable, solo se trata de una desgracia inevitable.

Pero la prostitución es un fenómeno único y es necesario desactivar el debate perverso de la prostitución buena y la mala; de la prostitución libre y de la forzada, de la prostituta de lujo y de la prostituta pobre.

En realidad lo que pervive detrás de la prostitución y de la trata de mujeres y niñas, es ese principio rector del capitalismo salvaje, según el cual todo en la vida es susceptible de ser comprado; sin prostitución no hay trata y el crecimiento desmesurado de la primera en los últimos años no se hubiera producido, si no contara con el apoyo de redes destinadas a la renovación permanente de cuerpos disponibles, que forman parte de un mismo entramado económico.

Cualquier persona se horroriza ante las noticias de venta de mujeres o niñas en países lejanos, pero es incapaz de reconocer a esas mismas mujeres entre las que sobreviven en los prostíbulos a la salida de su ciudad.

La detección de posibles víctimas de trata es labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, pero este no es solo el problema de unas cuantas mujeres pobres y unos cuantos maleantes que las explotan; es un proceso de mucha mayor envergadura y toda la sociedad debe implicarse en ello; solo así podremos dignificar la vida de mujeres y niñas, cuya existencia se desenvuelve entre la supervivencia y la esclavitud.