Sánchez y Feijoo se ajustaron al guion

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luís Barreiro Rivas A TORRE DE VIXÍA

OPINIÓN

SMARISCAL

19 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La tercera reunión del presidente del Gobierno con los presidentes autonómicos ya se hizo del lado de acá de la línea roja. Porque, mientras con los presidentes de Euskadi y Cataluña se negociaron políticas de Estado y programas de Gobierno, en una tonalidad y con unas letras que favorecen a las citadas comunidades y que están vetadas para el resto de los presidentes, la entrevista de Feijoo con Sánchez puede enmarcarse en el género de la política clientelar, donde se considera un triunfo que «Galicia no va a salir perjudicada», y donde se compone un balance de éxitos a base de cosas que ya creíamos pactadas y cerradas. Los grandes avances son que «no se toca la fecha del AVE», que se aplicarán incentivos fiscales para la organización del Xacobeo 2020 -el Año Santo ya está abolido-; que cuando se pacte la financiación autonómica nos van a dar una limosna para el envejecimiento y otra para la dispersión; y que algunas trapalladas de diversa naturaleza -como el peaje de Redondela, la gestión de la AP-9, o el cambio de traviesas a la línea Lugo-Ourense- se tratan con un engolamiento bilateral que las disfraza de temas de Estado.

Advertencia utópica

Es cierto que Feijoo le hizo la consabida advertencia de que condonar la deuda a los más derrochadores e indisciplinados sería un atentado contra el funcionamiento leal e institucional de las restantes autonomías. Pero lamento decir que esa exigencia de rigor e igualdad, que ya tenía grietas en tiempos de Rajoy, se evidencia hoy como una utopía, al ser hecha ante un Gobierno respaldado por 84 diputados acuciados por la necesidad de éxito, y depender para ello de una coalición mediterráneo-madrileña de corte Frankenstein. Cada uno es libre de decir lo que quiera, pero solo una persona que no quiera ver puede ignorar que las líneas rojas del Estado pasan por un punto situado entre las visitas de Torra y Feijoo; que Sánchez está convencido de que debía y podía cruzar la línea roja de la lealtad constitucional para rebajar la rebeldía y el descaro de los gobiernos independentistas; y que ya no hay duda de que la política y la gestión de los próximos años serán pródigas y benevolentes con los que han cruzado las rayas rojas, y muy rigurosa y justa con los que nunca han querido -o nunca han podido- cruzar las líneas rojas de la deslealtad, la provocación y la ilegalidad.

Ya sé que el balance de la audiencia con Feijoo tenía que ser magro. Pero no esperaba que incluyese una retórica política tan rancia; que reiterase promesas tantas veces incumplidas; que convirtiese la legalidad en un puro favor paternalista -«Galicia no saldrá perjudicada»-; o que sirviese para visualizar la creciente y realista sospecha de que la existencia de dos niveles de autonomía -el de los «protestantes» y el de los «coitadiños»- quedó plenamente confirmada por un bilateralismo oportunista y acomplejado que nos hace pensar que a España -al contrario que a Roma- le mola pagar traidores.