El globo de Betanzos y el mundial

OPINIÓN

17 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El circo del fútbol rozó el bostezo de los leones. Ha sido un mundial de más a menos, me dice un amigo. Y tiene razón. Por momentos fue desesperante. El campeonato no aguanta un análisis serio. Las grandes selecciones, un bluf, incluida la España de la siesta horizontal. Los cracs hicieron crac. Ni Messi ni Cristiano ni croqueta Neymar ni sus apóstoles. Un poquito de Modric y una pizca de Griezmann. Qué lamentable. Los medios están llenos de necrológicas cariñosas a Croacia, por su intento de jugar algo al fútbol, como Bélgica.

Hay poca memoria. La explosión de los mundiales sucedió en los setenta y en los ochenta. Cómo podemos decir pobre Croacia, con Perisic (un trotón espídico) convertido en una prórroga y en un partido en estrella, cuando si tiramos de memoria tenemos en la retina los partidos espectaculares de Alemania 74 o de España 82. ¿Dónde está aquel fútbol de Sócrates, Falcao...? Del Maradona del 86. Del Platini, del mismo 86. ¿Cómo se puede comparar el fútbol aseado de Modric con Johan Cruyff? Sacrilegio. ¿Por el aire de parecido físico? No es solo el efecto del VAR, ese nuevo dios que detiene el tiempo.

Un mundial del balón parado y de los porteros es una manera suave de decir que fue infumable. Ganó la selección que se disfrazó mejor de Italia o Alemania. O sea, Francia, jugando al ralentí. Si ese es el fútbol del siglo XXI me paso al baloncesto o al balonmano. Hay más emoción en las carreras de la Diamond League de atletismo que en la mayoría de los cuartos que se jugaron en Rusia.

Las lágrimas por Croacia tienen que ser de cocodrilo. Francia fue más sólida. Aburrida, pero solvente. Si lloramos por Croacia, tendríamos que estar todavía en shock por Holanda que hasta tres veces jugando dos de ellas, en Alemania y en Argentina, un fútbol espectacular perdió en la final. Luego nosotros encima les ganamos una tercera copa en Sudáfrica.

Nervios hubo muchos. Pero era una tensión ficticia, con una total ausencia de equipos memorables. Tal vez, el Bélgica-Brasil que salvó el guante de oro de Courtuois. Se vio el mismo fútbol cardíaco de la promoción de Segunda a Primera. Un campeonato Disney, en el que no hubo ni broncas. Para niños. Un mundial tolerado, sin rombos. Messi, Cristiano, Brasil resucitado, Alemania en el trono, España imbatida... prometían tanto. Nada de nada. Lo más emocionante que pasó fue que Cristiano fichó por la Juve.

Solo cumplieron Bélgica, algo Brasil y Croacia. Y el oficio de enterrador de Francia, con jugadores de nivel en todos sus puestos, menos en ese 9 que se fue sin marcar. Otra demostración de a qué jugaron. Rusia fue como el globo de Betanzos que promete mucho al principio y que al final está condenado a acabar como un estropicio de papel en una leira. Adiós al (congreso) mundial de anestesistas.