El día de todos, cada uno por su lado

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

25 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es lo que tiene el patriotismo, cuando se convierte en un arma de lucha y no en un vínculo de unión: que, en lugar de para juntar, sirve para todo lo contrario. Nadie discute en Francia el profundo simbolismo nacional del 14 de julio, como plena es la coincidencia en Norteamérica: el 4 de julio es para todos y de todos. Así acontece también en Gran Bretaña con los días de San Jorge o San Patricio, en Italia con el 2 de junio, fiesta de la República o, más recientemente, en Alemania, con el 3 de octubre, día de la reunificación. 

Tras grandes esfuerzos habíamos conseguido en España que el 6 de diciembre, día de la Constitución, fuera compartido por una inmensa mayoría, hasta que una inmensa minoría fue creciendo y consiguió también romper ese consenso, algo inexplicable, pues la legítima aspiración a reformar la Constitución no tendría porque ser incompatible con su celebración como hito fundador de la mejor y más larga democracia que hemos disfrutado. Con el 25 de julio ocurre en Galicia algo diferente, por más que igualmente lamentable: todas las instituciones y partidos lo conmemoran, aunque cada cual celebra una cosa diferente: el Día del Apóstol, el Día de Galicia, el Día Nacional de Galicia o el Día da Patria Galega. De hecho, la desunión de los celebrantes ha llegado a un punto extravagante. No se trata solo que las instituciones vayan por un lado y la oposición lo haga por el otro, ni siquiera de que haya diferencias dentro de esta última entre la nacionalista y la que no lo es. El capillismo sectario, propio de los nacionalismos sin Estado -de hecho, propio de los fundamentalismos- ha llegado al punto de que cada grupo o grupúsculo nacionalista celebre por su cuenta, en lugares distintos y con lemas diferentes el Día da Patria Galega, que, si hubiera de juzgarse por la naturaleza de esa gresca, estaría muy lejos de existir. El 25 de julio los nacionalistas celebran en verdad el Día das Patrias Galegas, pues cada uno reivindica la suya, al tiempo que se niega a aceptar la del vecino, que hace lo mismo, físicamente a unos cientos de metros de distancia, y, políticamente, con una lejanía de años luz. 

En realidad, tan descabellada forma de concebir la identidad de un territorio es la mejor forma de dificultar su auténtica existencia. Galicia es el conjunto de los casi tres millones de gallegos que vivimos en sus cuatro provincias y en una diáspora de notable envergadura. Tres millones que, ¡por fortuna!, somos distintos y pensamos de manera diferente, como ocurre en todos los lugares que han superado su condición tribal. Lo que nos iguala es nuestra condición de ciudadanos con libertades y derechos, la misma que impide que una parte de los habitantes de Galicia se pretendan mejores o más gallegos que el resto por el mero hecho de afirmar un patriotismo que se afirma excluyendo a los demás.