No me parece mal que se audite el AVE

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

Santi M. Amil

02 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando el AVE llegue a Galicia se lo deberemos en sus dos terceras partes al PP, y en la tercera parte restante al esfuerzo personal de José Blanco. Y no solo porque durante sus mandatos se hicieron especiales esfuerzos para programarlo y ejecutarlo, sino porque la presupuestación del tramo Zamora-Ourense, donde esta obra alcanza su máxima complicación y coste y su menor rentabilidad económica, coincidió con un fuerte ataque de CiU y Ciudadanos contra todos los proyectos que condicionasen la megalómana reivindicación del eje mediterráneo.

También hay que reconocer que la demagogia desplegada en este punto en tiempos de Fraga fue de campanillas, por lo que es posible encontrar en las hemerotecas de Galicia fantasmales anuncios de finalización de las obras que cubren todos los diciembres comprendidos entre 2012 -cuando el AVE a Sevilla iba a cumplir 20 años- hasta 2019, coincidiendo con la precampaña electoral del 2020. Y es evidente que este tipo de tomaduras de pelo, que tienen su base en aquella visión paternalista y clientelar de la política que tanto le gustaba a Fraga, acabó produciendo desilusión y desafección a lo que en su conjunto será uno de los mayores esfuerzos realizados en Europa para combatir el periferismo extremo. También recuerdo, porque ya reproduje viejas columnas en artículos anteriores, que a mí, experto en este tipo de programas, no me engañaron, y que hace diez años que escribí que el AVE no llegaría a Galicia antes de 2019 o 2020. Pero 2019 ya está ahí, y el inesperado cambio de Gobierno, unido al balanceo territorial de las nuevas coaliciones de poder, nos hacen pensar que el AVE no llegará a Galicia, en la fecha prevista, «por culpa de Sánchez».

Yo me sumo a la creencia en ese retraso, pero no «por culpa de Sánchez», sino porque ya era misión imposible antes de la censura. Y por eso prefiero desprenderme axiña del mito «diciembre de 2019» para centrarme en la garantía de que las obras no se pararán; de que no se alterarán los proyectos y las prestaciones para acelerar las fechas y ahorrar dinero; y de que la terminación de este tren eterno ya no depende de que gobierne este o aquel, o de que haya un gallego en la Moncloa o en Fomento, sino de que el avanzado estado de las obras obligue a considerar una política de Estado la inmediata rentabilización del esfuerzo inversor realizado.

Por eso celebro que el ministro Ábalos, en vez de lanzar otra fecha al vacío, haya optado por pedir una auditoría técnica del estado general de las obras, de su presupuestación y de su ejecución, para que el horizonte de su terminación no sea otra falsa promesa, sino la lógica ejecutoria de un proyecto de semejante envergadura. Después podremos vigilar, de la forma más estricta y conveniente, los plazos señalados, sin que el debate, siempre banal y demagógico, se quede pegado a las fechas. Todo lo demás es electoralismo. Y, por más vistoso que sea, para nada nos conviene a los gallegos.