Problemas sociales apenas visibles

OPINIÓN

PEPA LOSADA

25 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre las dificultades que implica la construcción de un Estado de bienestar, ocupa un lugar destacado la necesidad de identificar los nuevos problemas que generan las sociedades avanzadas, y el complementario ejercicio de revisar el orden de prioridades de atención y gasto a medida que esos problemas van entrando o saliendo del listado de preocupaciones de la gente.

Por eso quiero dedicar este artículo a un tema sobre el que apenas tenía noticia, y que llegó a mi mesa gracias a las explicaciones de la profesora Ruth Gómez, a quien conocí, hace muchos años, como impulsora y alma máter de la escuela de niños del Hospital Xeral de Galicia (el actual CHUS), y a la que ahora reencuentro embarcada -siempre inquieta y eficaz- en la asociación Anxiños, dedicada a la atención a niños y adolescentes con enfermedades mentales.

Lo primero que Ruth me hizo visible es que, de la misma manera que hay niños afectados por el cáncer o por otras enfermedades muy graves, también hay niños que sufren diversos grados de enfermedad mental, que, si antes eran pasto de crueles ocultaciones y abandonos, incluso familiares, o de ingresos innecesarios en instituciones inadecuadas, hoy, debido al avance de la medicina psiquiátrica y a la práctica domiciliación de sus tratamientos, pesan de manera muy gravosa sobre las familias que sufren el problema, que se convierten en absolutamente dependientes de los cuidados que deben prodigar, y que con frecuencia son incapaces de aportarle a los niños el grado de socialización que es necesario para su desarrollo y posible curación.

La asociación Anxiños, que es una iniciativa sin ánimo de lucro, y con sus necesidades cubiertas por benefactores que no les faltan -particulares, empresarios y la Iglesia católica-, está dedicada a acoger, socializar y ocupar de forma educativa a niños y adolescentes que necesitan una atención para la que los servicios públicos no están preparados.

Los efectos positivos, por lo que he visto, se manifiestan igualmente en los enfermos, que participan de un ambiente que los motiva y educa, y en los familiares cuidadores, que, gracias a este servicio, encuentran los necesarios momentos de relajación y descanso que solo pueden disfrutar cuando el enfermo es acogido de forma adecuada y en los períodos que técnicamente se consideran sanitaria y pedagógicamente indicados. Cuando escuché y entendí estas cosas, y le pregunté a Ruth cuáles eran las necesidades de su proyecto, me sorprendió con esta respuesta: «Solo necesitamos que la gente nos conozca, que entienda los servicios que prestamos, y que, en la medida en que nos necesite, acuda a nosotros».

Ruth es así. Pero yo le añado que los proyectos cívicos solo viven de la cooperación cívica; y que también las Administraciones deben adquirir conciencia de un problema que antes o después tendrán que asumir de forma íntegra o complementaria. La asociación Anxiños aparece en Internet.