Eres tan riquiño fuera de Twitter

Javier Becerra
Javier Becerra RETROALIMENTACIÓN

OPINIÓN

20 jul 2018 . Actualizado a las 01:07 h.

Rezaba el tópico que existen dos escenarios en los que un tipo con sensatez -eso que nuestro apolillado Código Civil denomina «la diligencia propia de un buen padre de familia»- se transforma en una bestia. Uno es el coche, donde esa persona afable se pone a dar bocinazos como un loco, saca cuernos por la ventanilla y se toma un adelantamiento como una ofensa. El otro, un estadio de fútbol donde da rienda suelta al odio, deseándole la muerte a árbitros, abriendo la compuerta del racismo para insultar al rival y ensalzando la violencia como algo lúdico.

Desde hace unos años existe otro espacio de mutación: las redes sociales. Sí, ese chaval que iba contigo a la facultad. Has dejado de tener contacto real pero sigues su vida de manera virtual. Lo recuerdas simpático, buena gente y cariñoso. Pero lo ves en Twitter entregado a la furia. Llama nazis a la gente que trabaja en bancos. Dice que había que llevar a la guillotina a un determinado político, recoger su sangre y echársela a su familia. Califica como analfabetos y retrasados mentales los que votan a un partido que no es el suyo. Llama orangután al jugador del equipo contrario.

Alucinas. Hasta que te tropiezas con él por la calle: «¡Hey tío, cuánto tiempo!». Y esta ahí, tan simpático, buena gente y cariñoso como entonces. Te ríes. Lo piensas. Y casi se lo sueltas. «Eres tan riquiño fuera de Twitter». Te cortas. Quizá la próxima vez.