El nuevo Gobierno socialista

OPINIÓN

Chema Moya

11 jun 2018 . Actualizado a las 07:23 h.

Mi mayor sorpresa es comprobar cómo un país puede cambiar de rumbo en menos de un día. Antes, los cambios se perfilaban previamente y las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas cobraban cuerpo de manera pausada. En la actualidad, la política se mueve a través de tuits. Es decir, estamos en la era de la escasez de tiempos y de la aceleración de procesos; donde las decisiones se adoptan en un instante. Quizás, algunas de ellas, ya estén expresadas en nanosegundos. De ahí que mi percepción de lo acontecido, en los últimos días, sea la de vértigo ante la sucesión concatenada de hechos. He sentido unas parecidas sensaciones en los disruptivos cambios ocurridos en Estados Unidos, en Francia o en Italia; aunque, en aquellos acontecimientos, mis sentimientos estaban un poco más lejanos; y, en estos, evidentemente, más próximos y cercanos. Como apuntaba Baumann, la sociedad está marcada por lo líquido y por lo fluido; en vez de por lo sólido y lo robusto. Por eso, no es de extrañar las fuertes equivocaciones de los comentaristas, tertulianos y analistas que apenas predijeron los finales de estas historias recientes.

La utilización de la moción de censura es constitucional, legítima y democrática, toda vez que en España nos regimos por un sistema que refuerza el vínculo parlamentario. Todos los partidos políticos la han utilizado, ya sea en niveles estatales, autonómicos o locales. Unas veces para ganarlas, otras para intentar desprestigiar al adversario, o ajustar cuentas personales. Pero, la cuestión está bien clara, es en el Parlamento donde se dilucidan los programas de Gobierno y donde se exigen las responsabilidades directas.

El nuevo Gobierno socialista se enfrenta a varios retos inmediatos. El primero radica en hacer frente a una situación de desánimo y de crispación ante la actual coyuntura política. Se debe, pues, transmitir confianza en las actitudes y en el comportamiento de los políticos; a la vez que se deben evitar toda clase de venganzas o de apuestas dañinas frente a la democracia. Quien lo haga es ruin y mezquino. En segundo lugar, se deben reforzar los mecanismos de participación, de transparencia y de solución de controversias. Es preciso, dirigir el trabajo político a la explicación y al debate. Por tanto, hay que rehuir la ambigüedad y las artes maquiavélicas y farisaicas. En tercer término, hay que actuar evitando cometer errores, tropiezos y adoptar decisiones equivocadas. No se trata, únicamente, de gestionar minimizando los conflictos; sino de seleccionar los nuevos objetivos y las sendas políticas, sabiendo la actual correlación de fuerzas. Finalmente, en cuarto lugar, se deben corregir pautas anteriores, las llevadas a cabo por los gobiernos del PP, que discriminaban a muchos; aumentaban la discrecionalidad en favor de unos pocos; y empeoraban la igualdad de oportunidades de todos.

La confección del Gobierno ha sido equilibrada y respetando los nuevos principios de las sociedades modernas. Ni se va a llevar a cabo una gestión política basada en la delegación de expertos; tampoco se cae en el personalismo cesarista; ni en la popularización de la política, práctica que mueve los relatos y los contenidos al albur de los símbolos y de las escenificaciones demoscópicas. El foco debe estar centrado en los problemas reales y, a ellos debe atenerse y enfrentarse la nueva acción del Gobierno de Pedro Sánchez.

Confío en que sus primeras medidas sean una invitación a la recuperación del optimismo, a la regeneración de la política y al cumplimiento de políticas de bienestar colectivo. Porque lo necesario, hoy en día, es incrementar las capacidades cooperativas de los españoles frente a aquellos que solo buscan la fragmentación y el individualismo.