En Europa, un enigma

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

GERARD JULIEN

02 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En octubre del 2017, la radio británica dedicó un programa a la figura de Rajoy. No se trataba de trazar el perfil o discutir sus políticas. Era un esfuerzo de análisis más psicológico que político, un intento de desentrañar lo que se calificaba sin ambages como «el misterio Rajoy», el enigma del superviviente nato que navegaba las aguas de la crisis económica y las acusaciones de corrupción sin tener que enfrentarse a amenazas serias a su liderazgo. Al final, el programa arrojaba la toalla: Rajoy era un enigma. Lo era, especialmente, porque los periodistas extranjeros no encontraban en él lo que se suele entender por carisma. Incapacitados para apreciar el talento como parlamentario que se le reconocía en España, los medios foráneos han visto siempre en Rajoy un político parco, reservado, sorprendente en su resistencia a conceder entrevistas y enfrentarse a los micrófonos. Para ellos Rajoy era una rareza, demasiado circunspecto y falto de ambición para un responsable público. Y, sin embargo, demostraba ser hábil. Ganaba elecciones, resistía en el poder. Su gestión económica, que él tanto deseaba que se le reconociese en España, se elogiaba sin matices en el exterior. Incluso brevemente logró que la prensa económica internacional lo designase como alumno aventajado de Bruselas, el único apoyo de Angela Merkel en la soledad europea que llegó a sentir. Pero ¿cómo lo hacía, si de España no llegaban más que críticas? Llegado un punto, los corresponsales tiraban del tópico del gallego como explicación: el manejo de la indecisión como prudencia, la ambigüedad creativa. Tenía que ser algo así.

Ese asombro ante Rajoy no hizo sino crecer cuando las elecciones del 2015 volvieron a errar los pronósticos. En el guion que los medios internacionales tenían en la cabeza tocaba una victoria del populismo, y no ocurrió. No se entendió entonces, como quizás no se entienda ahora, que el resultado de aquellas elecciones era en realidad una suma -y, según los casos, una resta- de debilidades en todos los partidos del arco parlamentario. E igual que la victoria de Rajoy en el 2015 y el 2016 no se ajustaba al guion, tampoco su repentina caída encaja ahora con lo que se esperaba. El misterio Rajoy es ahora el de su fulminante, y para el exterior inesperada, caída en desgracia.