El Gobierno Frankenstein amenaza de nuevo

OPINIÓN

GABRIEL BOUYS | AFP

26 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Yo creo en las buenas intenciones de este bendito Sánchez que se ofrece para mantener la unidad de la patria y la vigencia de la Constitución con un Gobierno monocolor apoyado por Puigdemont, Junqueras, Bildu, Podemos y sus confluencias y el PNV. Creo que habla con el corazón cuando piensa que el control sobre esa chusca mayoría se puede ejercer con los 84 diputados que lidera la señora Robles. Y creo también que, al ofrecer regeneración y coherencia para este país indignado, nos está prometiendo que, cuando vea la luz la sentencia de los ERE, su partido va a asumir las mismas responsabilidades que asumió sobre los casos Filesa, Malesa, BOE, Roldán, Lasa y Zabala y los GAL, y cuando su plana mayor -con González a la cabeza- condujo al heroico ministro Barrionuevo, y a su lugarteniente Vera, hasta la prisión de Guadalajara, donde debían purgar -y no purgaron- su directa responsabilidad en el terrorismo de Estado.

Por eso, porque creo en la sinceridad de este líder providencial, no me queda más remedio que admitir, en paralelo, una de estas dos posibilidades: que tiene tan poco sentido y tan escasa ciencia que no sabe quién es, ni qué partido dirige, ni en qué país vive, ni con quién se está aliando, ni que destino le deparan las encuestas, ni qué instintos determinan la conducta del monstruo de Frankenstein; o que ha perdido el poco aplomo que tenía, y que solo se rige por su enfermiza obsesión de dormir una noche en la Moncloa, «cueste lo que cueste -dijo Zapatero- y me cueste lo que me cueste».

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y por eso da miedo pensar en qué extraños personajes integran el consejo áulico de este líder que, a solo un año de pegarse la anterior bofetada, repite la misma historia y escenario, con la misma troupe y las mismas obsesiones. Un miedo que se hace terror cuando pienso, además, que esta vez hay un 1/1000 de posibilidades de que la moción prospere, y que podemos estar ante el inicio de una peregrinación a la italiana que, tras triturar al mismo tiempo al PSI y a la Democracia Cristiana -por mil razones conocidas y objetivas, y por el hartazgo de una sociedad muy desinformada-, se metió en un bucle repleto de payasos, separatistas, berlusconis, euroescépticos y extremistas de toda condición, que no parece tener más salida que una dolorosa catarsis.

No se trata de negar la enorme gravedad de la situación, ni cuántos méritos hizo el PP para dar visos de realidad a una operación tan absurda y atrabiliaria como esta. Y tampoco me extraña que un líder sin perspectivas, acelerado por la espiral de autodestrucción que alimentan la opinión pública, las redes y el sistema mediático, vea en esta desgraciada coyuntura una oportunidad de oro para convertir el cutre acervo de su fracaso en una gloriosa epopeya. Solo se trata de recordar que incendiar el palacio para librarse de las termitas no es una opción inteligente.