Boda principesca, negocio de Estado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 may 2018 . Actualizado a las 08:34 h.

Hoy, que es sábado, me van a permitir ustedes una licencia: que me aleje por un día de nuestras tribulaciones y haga un viaje mental al Reino Unido. Es que hay boda, y boda real. Dice Rubalcaba que los españoles enterramos como nadie, pero los británicos casan a sus príncipes como si fuesen dioses. Los ciudadanos de a pie participan en los fastos como si se casara un hijo suyo, pero sin banquete final. Televisión Española nos mostró ayer a señoras con bandera británica que llevaban cuatro noches durmiendo en la calle para tener el sitio cogido y tener el privilegio de ver el cortejo en primera línea de acera. Miren que llevan bodas de realeza, y no se cansan. Toman cada matrimonio como si fuese el primero de la historia. El príncipe Harry -creo que le llaman así- es el sexto en la línea de sucesión a la Corona, pero es como si fuese el heredero directo de la inmortal Isabel II. La Monarquía británica no es solo un régimen muy estable. Es, sobre todo, un espectáculo. 

Y lo más llamativo: contagian sus emociones al resto del mundo. España, sin ir más lejos, vivió el noviazgo de ese príncipe y la actriz con la que tropezó en su vida como si fuese una historia de amor interna. Las televisiones nos mostraron cada uno de los pasos que dieron, los actos a los que asistieron, la presentación de la novia que se hizo a lo largo del reino. Conocemos la sortija de pedida, los modelos que lució en sus salidas, las visitas que hizo al palacio real, lo que le dijo la reina, lo que le pasa al padre de la novia, y no conocemos sus enaguas porque nadie las pudo grabar. Naturalmente, hoy la televisión retransmitirá en directo toda la ceremonia y tendrá más espectadores que Eurovisión. Si uno se asoma a Internet podrá encontrar guías detalladas de cómo ver las carrozas, quiénes serán sus ocupantes y en qué cadena se emite tanta grandeza.

Y detrás de toda la brillantez, el gasto y el negocio. El gasto será de 32 millones de libras en los fastos y otro tanto en seguridad. Pero los británicos no dicen que sea caro. Al revés, es una inversión porque la consultora Brand Finance hace estos cálculos de ingresos: 300 millones en ocio, alojamientos, viajes y transporte; otros 300, el valor de la publicidad que el bodorrio le da al Reino Unido en el mundo; 250 millones en consumo en tiendas y restaurantes; 50, en compra de recuerdos. En total, unos 900 millones. ¿Hay alguna industria que en un solo día aporte más beneficios? La Corona británica no solo hace un sistema estable; no solo es un espectáculo; es un negocio. Bastante descarado, por cierto, y con respaldo popular. No es por comparar, pero en España solo estaríamos haciendo cuentas del coste. Y Pablo Iglesias, de contable mayor.